31.1.05

¡Más y mejores drogas!

Dado que coincido con estas tesis, permítome postear aquí un fragmento de otro post que puede verse completo si se clickea aquí:

Aunque me parece que soy un mojigato en exploraciones químicas, ya que sigo esperando que se inventen mejores formas de alterarnos. Siempre se necesitan nuevas drogas, drogas que no sean adictivas, a precios razonables, que no tengan esos efectos secundarios infames que te dejan dos días en el calvario y el arrepentimiento. Y sobre todo se necesitan drogas que no nos destruyan el cerebro.

¿Pido demasiado? No lo creo. He visto en la licorería cervezas con un nuevo sabor a esencias aromáticas. Demasiado gay, de acuerdo. Pero si el vodka puede embotellarse con variados saborizantes y el agua con toda clase de inmundicias de por medio, ¿Por qué no inventar una droga con atributos saludables? Espero que pronto llegue la hora en que un visionario le haga ver proyectos de drogas futuras a un narcotraficante y entonces el sentido de ambición y tecnología genética nos libren de resacas, crudas, somnolencia, fatiga y agotamiento mental. Mientras escribo esto imagino los nombres para esas drogas. Uno en especial me gusta para cerrar esta sarta de balbuceos. Se trata de la palabra Leben, la cual los germanos usan para lo que nosotros llamamos vida.

30.1.05

Úsame

A la película "Closer" (Más cerca) le pusieron el siguiente subtítulo en español:

"Llevados por el deseo"

Según creo, debería decir algo así como:

"Llevados por los celos" o "Instrucciones de uso: cógeme y botame".

Para nada sirve el Otro, lo que queremos de él es su Cuerpo. ¡Jugemos con los cuerpos! ¡¿Qué esperamos?!

29.1.05

De entre las ruinas

En el principio fue la palabra, y el habla desencadenó el caos, hoy posapocalíptico. Y el posapocalipcis nació en la ciudad de México. Así nos lo ha hecho saber, a nosotros paganos neófitos de nuestro devenir, el cronista por antonomasia de la ciudad: Carlos Monsiváis. Pero, ¿quién es Carlos Monsiváis? Por las ruinas que quedan se sabe que se inició como editor: el doctor y poeta jalisciense Elías Nandino les patrocinaba a tres “enquencles” (Pacheco, Pitol y Monsiváis) una revista llamada Estaciones. Ahí publicaron sus pininos y Nandino los dejaba hacer y deshacer a su libre albedrío, cosa que no hace mucho Pacheco se lamentaba.

Según se anunciaba en la contraportada de su inconseguible autobiografía precoz, Carlos Monsiváis (Empresas editoriales, 1966), preparaba “una novela, una biografía de Salvador Novo y una Historia del cine mexicano”. El dato sobre la escritura de una novela es muy sobresaliente ya que, como muchos escritores, indica que originalmente Monsiváis quería ser narrador. Pero solamente publicó un cuento del que algunos sólo recuerdan el título: Fino acero de niebla. Sobre la biografía de Novo, hay que decir que desde entonces Novo había determinado que la hiciera Monsiváis. Después, con el conflicto estudiantil del 68, se da entre estos una ruptura, y entonces Novo decide encomendársela a su discípula, Carmen Galindo; esta también se opuso por la misma circunstancia. Finalmente, la biografía Salvador Novo (Empresas editoriales, 1971) la hizo Antonio Magaña Esquivel. Sin embargo, Monsiváis pagó su deuda moral y el libro, como todos sus trabajos, salió con un ligero retardo, de ¡treinta y cuatro años!, bajo el título Lo marginal en el centro (Era, 2000). ¿Y La Historia del cine mexicano? Una muy documentada historia de nuestro cine terminó haciéndola Emilio García Riera.

Escombrando entre las ruinas, la investigadora estadounidense Linda Egan, nos informa en su libro Carlos Monsiváis. Cultura y crónica en el México contemporáneo, que en los primeros años de la década de 1970, Monsiváis va a la Universidad de Essex, en Inglaterra, como visiting fellow, es decir, a impartir un curso sobre poesía mexicana que originalmente estaba pensado para el poeta José Carlos Becera, muerto en un accidente automovilístico en Italia. Regresa a México, Monsiváis, claro está, a dirigir el suplemento La cultura en México hasta 1986. “¿Y entonces—podría preguntar cualquiera—, cómo es que acabó en El Cronista de la Ciudad?”

Egan hace el somero recuento, en el que por ningún lado aparece que Monsiváis haya sido periodista (aquellos de pesada grabadora y libreta en mano saliendo a buscar la nota), para hablar de otro periodismo, el que influyó decididamente en Monsiváis: el llamado Nuevo Periodismo Estadounidense que tiene en Tom Wolfe y Norman Mailer a sus representantes. En la primera parte de su libro, Egan habla de la parte complementaria a ese periodismo, de los reportajes con “propósitos artísticos”, según lo llama la autora. Esa combinación da como consecuencia el “periodismo literario”, es decir, un género no canónico (y por eso mismo desdeñado), como lo es la Crónica.

El objetivo del libro de Egan, es colocar a Carlos Monsiváis como un autor literario, y para eso se vale de cinco libros: el primero de ellos, Días de guardar (Era, 1970) que fue escrito gracias a una beca que el Centro Mexicano de Escritores le concedió a su autor. A éste le siguieron: Amor perdido (Era, 1977), Escenas de pudor un liviandad (Grijalbo, 1981), Entrada libre: crónicas de la sociedad que se organiza (Era, 1987) y Los rituales del caos (Era, 1995), por el cual recibió el premio Xavier Villaurrutia en 1996.

En esos libros, a los que dedica la segunda parte del libro, Egan percibe infinidad de intenciones y en las que Monsiváis ha puesto su atención: la gran riqueza de la cultura popular y de otras subclases urbanas más recientes; las reacciones sociales de grupos marginales (de ninguna manera inferiores); cambios casi imperceptibles, pero reales, dentro de la sociedad mexicana, los cuales se han interpretado como signos de madurez y civilización—me atreveré a decir, de ciudadanización y democratización—en la misma; entre otras muchas. Es, para decirlo en las palabras de Monsiváis, “la sociedad que se organiza”.

El libro, a pesar de su traducción, es de gran valía ya que, todavía a estas alturas de la vida, es de los pocos estudios en torno a la persona y obra de un escritor tan imprescindible como Carlos Monsiváis. Estudios que, por lo demás, han tenido que emprender en otras latitudes y no en nuestro país.

Finalmente, habrá que lamentar que desde el año 2000, cuando aparecieron Lo marginal en el centro y Aires de familia (Anagrama, 2000), Monsiváis no haya publicado un libro tan notable como en los que Linda Egan centra su atención.

24.1.05

¡Cabalístico!

24 de enero=24 años

*

Autorretrato, 2005

Soy yo sin vos
Sin voz
Oliverio Girondo.


Para ellos y para mí no soy.

No pude ni ser fábula en vida,
mucho menos la moraleja del final.

Nunca el punto
donde la fuerza se multiplica.
*
A todos los que tuvieron el detalle de acompañarme la noche del sábado por los Altos Fondos de esta ciudad, gracias. A los que han enviado un correo de felicitación, tambien muchas gracias. Y a los que no, espero que pronto podemos vernos y compartir un buen rato al calor de unas chelas.

12.1.05

Todos tenemos sida (segunda y última)

Los movimientos juveniles en todo el mundo en el crucial año de 1968, permitieron que la siguiente década fuera la de mayor liberación sexual. Sin embargo, la fiesta duró muy poco. Los logros de apertura social con respecto a las conductas sexuales de las juventudes fue severamente aplastada con la aparición del sida a principios de la década de 1980. El sida propició una gran campaña de ataques, principalmente sobre grupos muy específicos como los homosexuales, por parte de fundamentalistas.

La más reciente miniserie en tan sólo dos capítulos de la cadena estadounidense HBO, llamada "Angels in America" (Ángeles en Estados Unidos, 2004), dirigida por Mike Nichols y ambientada en la ciudad de Nueva York a mediados de los ochenta, presenta magistralmente la oposición entre esa nueva enfermedad y la religión. El lugar y la fecha son muy significativos porque son el momento y el lugar exactos donde surge esa enfermedad hasta entonces inusitada y que pronto se le llamó Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida (SIDA).

La serie está basada en la obra homónina de Tony Kushner, que lo hizo acreedor al premio Pulitzer y, a la serie, ganadora de 11 premios en la pasada entrega de los Emmy. "Angels in America", entrelaza la circunstancia de la aparición del sida en la sociedad neoyorquina a otra más atávica de la sociedad estadounidense como lo es la religión. La iglesia fue la primera en condenar a los contranatura infectados como el castigo divino por su conducta y como muestra fehaciente de la proximidad del fin del mundo. La religión (judía, musulmana, católica, protestante o cualquiera que esta sea) en Estados Unidos se practica muy ortodoxamente y no está mal visto proclamarla, no existe el laicismo ni en las escuelas ni en el gobierno como en nuestro país. Esto es, por ejemplo, lo que lleva a Bush a hacer una guerra contra Medio Oriente, porque se cree el elegido para transmitir los mensajes divinos que recibe que le aconsejan una guerra; los mismos mensajes que se hicieron plasmar en el Destino Manifiesto (“God bless America” o “In God we trust”). Jesucristo contra Alá: el choque de dos sociedades en lo esencial fundamentalistas.

Un influyente abogado judío interpretado por Al Pacino quien, en un momento, dice acostarse con hombres sólo por buscar el placer (“No por ser homosexual”, según aclara). Un mormón gay de clóset casado con una enferma de sus facultades mentales y la madre de este (interpretada por Meryl Streep), mormona ortodoxa que vive en el estado mormón por excelencia, Utah. Un enfermo de sida elegido para ser el profeta del nuevo mundo, según se lo transmite Emma Thompson en el papel de un ángel. Un enfermero gay y negro responsable de cuidar del eminente abogado quien, además, por sus influencias ha podido conseguir el único medicamento entonces confiable para la enfermedad, el AZT. Estos son algunos de los protagonistas de esta miniserie que se relacionan invariablemente entre la tragedia y la comedia a partir, desde luego, de la religión que profesan.

Aunque antes, sobre la aparición del sida en esa década había sido mostrada en las cintas "Long time compagnion" (1995), "Jeffrey" (1995), "Love! Valour! Compassion!" (1997) y muy reciente pero veladamente en "The Trip" (2003), cintas donde se perciben las relaciones sociales en un grupo homogéneo a partir de esa enfermedad, el primer documental en revelar la ríspida relación entre homosexualidad y religión fue "Temblando ante Dios" (2002), un documental que muestra a un grupo de hombres homosexuales judíos rechazados por sus ortodoxas familias a causa de su orientación sexual.

La gran virtud de "Angels in America" es llevarnos a ese tiempo, que en apariencia no sigue siendo tan lejano, y a ese lugar para volver sobre un tema que está cimbrando a muchas sociedades en todo el mundo. Desde ese otro punto de vista, con grandes actores y una gran producción, "Angels in America" nos hace sentir y nos dice, parafraseando a los zapatistas, que actualmente todos tenemos sida. Lo anterior se confirma cuando números escabrosos dicen que en unos años todos estaremos ligados, directa o indirectamente, a una persona infectada. No se puede seguir siendo indiferente ante esta pandemia, combatirla implica enfrentar también nuestros tabús uno de los cuales es la religión.

11.1.05

Todos tenemos sida (primera de dos partes)

El reciente documental francés "Les origines du Sida" (Los orígenes del sida, 2003), es de gran valía ya que refuerza la teoría de que el sida no surgió del cazador, sino de la campaña antipolio a finales de la década de 1950 y principios de 1960 en el Congo Belga, después, Zaire, y hoy República Democrática del Congo. Los creadores de la vacuna antipoliomielitis, en especial el doctor de origen polaco Hilary Koprowski, niegan que para su vacuna hayan utilizado al chimpancé para experimentar la vacuna, sino tejidos renales de distintos macacos de la India y Filipinas.

Apoyados en el libro The river (Penguin, 2000), del periodista inglés Edward Hooper, donde éste había expuesto las contradicciones de los expertos sobre la utilización del chimpancé para los experimentos que dieron como resultado la vacuna antipolio, los documentalistas encuentran que durante la colonia belga en el Congo se autorizó la creación de dicha vacuna en un centro de investigación científica en la capital del Congo y en otro centro ubicado en una población al norte conocida como Lindi. Ahí, gracias a los pigmeos (principales cazadores de chimpancés y, por consiguiente, quienes pudieron haber sido los primeros en infectarse del sida, si la teoría del cazador tuviera veracidad), capturaron más de cien animales de esa especie en los primeros quince días; esos chimpancés fueron operados para extraerles los riñones que a su vez se utilizaron en la fórmula para la vacuna antipolio. Entre 1957 y 1960 (año de la independencia del Congo), se capturaron y mataron a más de 400 chimpancés quienes, después se descubrió, son portadores de un virus al que se le ha llamado Virus de Inmunodeficiencia Simia, virus pariente del VIH, y que pudo haber contaminado la vacuna antipolio si tan sólo un chimpancé hubiera sido portador del SIH.

La vacuna experimental antipolio del doctor Koprowski, conocida como CHAT, fue suministrada a más de un millón de personas en el Congo Belga, Ruanda y Burundi, lugares en los que veinte años más tarde aparecerán los primeros casos de sida, según la oposición de dos mapas: uno donde se hizo la Gran Campaña de Vacunación Antipolio de Ruzizi y la aparición en África de las primeras personas sintomáticas portadoras del VIH.

El documental quizá no tuviera gran relevancia sino mostrara la polémica suscitada por las constantes contradicciones de los reconocidos pero cínicos y arrogantes investigadores y las conjeturas más confiables y racionales de los periodistas tanto del libro como del documental. El biólogo evolucionista Bill Hamilton, quien acompañó al periodista Hooper en su investigación sobre los chimpancés en el Congo, y donde el biólogo se contagió de malaria por la cual murió en marzo de 2000, con gran sensatez había advertido, en una carta a la academia de ciencias de Londres, la Royal Society, que la hegemonía de la industria farmacéutica era un obstáculo para las investigaciones médicas y que era responsabilidad de los científicos dar a conocer los posibles peligros y descubrimientos que podrían acarrearle a la sociedad. Finalmente, decía Hamilton en su carta, en clara referencia a la actitud irresponsable de Koprowski y sus seguidores, la ciencia médica no se preocupa ante la posibilidad de cometer desastres de igual magnitud o mucho peores.

De aviones, vuelos y aeropuertos

No suelo comprar constantemente un mismo periódico. Los sábados compro, para leer sus suplementos culturales (entre paréntesis): El Universal (Confabulario), Crónica (Crónica Cultural), Milenio (Laberinto) y El País (Babelia). Los domingos: Excélsior (Arena), La Jornada (La Jornada semanal) y Milenio (éste por su suplemento de minorías Traspatio). El primer jueves de mes compro el boletín de prensa de la embajada cubana (léase La Jornada) por su suplemento de sexualidad y sida, Letra S. Y el primer sábado de cada mes Reforma para leer Hoja por hoja.

Por supuesto el mejor suplemento es Laberinto de Milenio, después creo que Crónica cultural. Y los peores La Jornada semanal y Confabulario. (Como crítico literario me corresponde decir que no recomiendo su lectura, no sólo para no gastar su dinero, sino su, aún más valioso, tiempo).

Es decir, no leo los periódicos para estar informado. (Para eso veo casi todos los noticiarios diariamente). Pero si así lo hiciera, sin duda compraría, por ser el más completo, el que creo cumple mis necesidades, mis expectativas y es más objetivo: Milenio.

Cada sábado, en la sección financiera del Milenio, encuentro una columna que toca un tema en el que ningún otro periódico ha puesto su atención. No tiene título pero quien la escribe se llama Gustavo Armenta. Ahí, Armenta por lo regular habla de turismo, de líneas aéreas, informa sobre acciones de empresas o fideicomisos y todo tipo de información de gran interés para los viajeros.

Este sábado Armenta habló del aeropuerto de Houston (Texas, USA) “George Bush”. En ese aeropuerto he hecho escala, las dos veces que he ido y venido de San Francisco. Es un aeropuerto monumental, no sé de cuantas hectáreas sea, pero es monumental. La primera vez (en abril pasado), proveniente de la ya citada ciudad californiana, llegué al aeropuerto de Houston por la mañana (aún más para mi reloj biológico que seguía teniendo las dos horas menos del Pacífico). Llegamos a la terminal E que se veía muy nueva (Armenta informa en su columna que apenas el año pasado fue abierta parcialmente) y en esa misma sala, una hora después y el tiempo suficiente para desayunar algo, salía mi vuelo a la ciudad de México. Al llegar aquí, es inevitable la comparación, nuestro aeropuerto me pareció una sombra, y eso que apenas iniciaban las obras de remodelación que todavía siguen.

La segunda vez, ahora de ida, en junio pasado, llegamos a la terminal D del aeropuerto de Houston, para pasar migración. Ahí estuve horas formado, llegó un momento en que sentí una angustia terrible porque mi siguiente vuelo salía en la sala E que estaba del otro lado así que había que cruzar medio aeropuerto. Todavía tenía que bajar a la banda a recoger mi maleta; cuando bajé la banda ya había sido apagada y mi maleta estaba formada entre las otras que sus dueños aun no reclamaban (quizá seguían formados soportando a los arrogantes agentes de migración). Por fortuna, casi de inmediato había que entregar la maleta si uno era “Pasajero en tránsito”; de ahí la llevarían hasta el otro avión. Pero ahora la angustia era mayor, sólo tenía veinte minutos para cruzar una parte del aeropuerto. Había un túnel que conducía hasta la terminal E, pero éste estaba cerrado ya que estaba en remodelación. Y entonces tuve que rodear el aeropuerto. Por lo cual, al caminar por varios pasillos, percibí las obras que se realizaban. Llegué a la terminal, abordé el avión y todavía éste tuvo un retardo de una hora.

De regreso de San Francisco llegamos a la terminal E, pero el avió que me traería a la ciudad de México debía tomarlo en la terminal B, de la maleta ya se ocuparían las personas que trabajan en la aerolínea, Continental. Ahora ya no tuve que correr por medio aeropuerto, ahora, ahí mismo salía un camioncito que me dejaba no sólo en la terminal B, sino en la misma sala donde saldría el avión.

La columna de Armenta, entonces, me llamó más la atención: “El aeropuerto de Houston concluye una ampliación que costo 2 mil mdd”. El aeropuerto de Houston, informa Armenta, realmente es tres aeropuertos: el William P. Hobby, para vuelos nacionales, y el Ellington Field, para uso militar, de la Nasa y de aviones privados. Por lo tanto, ocupa el octavo lugar como puerto de entrada a USA, con 34 millones de pasajeros anuales. Además, cuenta con cinco pistas, lo que le permite hacer más de 600 despegues diarios.

La principal que opera en el aeropuerto de Houston es Continental. Sin duda, la mejor aerolínea en la que me ha tocado viajar. Su servicio es bueno en general, es barata, tiene buenos aviones, horarios muy flexibles, etc. Mexicana, que se jacta de tener “la flota aérea más moderna del mundo”, es horripilante, su sevicio es malo: te dan unas galletitas o unos cacahuates, un vasito de bebida y eso es todo; por si fuera poco, es carísima. Y su flota, ni tan moderna, son Airbus 319 o 320; un A320 es el que utiliza Cubana de aviación para su vuelo de México a La Habana (después, sale a Montreal y regresa a La Habana para volver a salir en la mañana a la ciudad de México, regresar a La Habana y así sucesivamente). Aviacsa es totalmente equis, Azteca es buena a secas, y American es como Mexicana y además te cobran por lo que vas a comer. (Como viajero me permito no recomendar viajar en esas aerolíneas; e insistir en que el gobierno tiene que vender Mexicana y Aeroméxico por separado).

Siempre he insistido en que hay que sacar el aeropuerto de la ciudad de México; esos terrenos se deberían unir al deportivo Oceania o al bosque de Aragón para hacer un pulmón natural que tanta falta le hace a la ciudad. Hay que enviar el aeropuerto, no a Texcoco y sus machetes, sino más allá de Tizayuca. Es increible que los aviones rodeen toda la ciudad y pasen por los techos y azoteas de las casas de colonias como la Jardín Balbuena. Nuestro aeropuerto, al lado del de Houston o San Francisco, es “una terminal aérea obsoleta e insuficiente” (Armenta). La comparación es inevitable.

9.1.05

Libros caducos

A pesar del tan anunciado proyecto de “libros virtuales”, eso aún parece lejano y no tan fuerte como para acabar con el libro (el en sentido más estricto del vocablo). Así que no es eso lo que pone en crisis a los libros. Sé que suena absurdo pero, es cierto, los libros ya tienen fecha de caducidad. Y, ¿quiénes son los responsables? ¿Los que los escribimos? No, de ninguna manera. Son los editores. Sí, ellos son los responsables de que los libros próximamente sean un artículo que habrá que desechar.

El primer y significativo paso que dieron para que los libros se convirtieran en un artículo caduco, fue con la moda por hacer libros de bolsillo. Esa moda se inició en España y se extendió por toda la América hispánica, so pretexto: fomentar o hacer más accesible la lectura dado el bajo costo. Pronto las librerías se infestaron de esos pequeños libros que, ya en casa, ocupan mucho más espacio y son tan molestos e inútiles que uno ya no sabe donde poner.

A continuación vino otro hecho que confirmó la caducidad del libro: el papel en el que empezaron a ser impresos. Ese papel, casi revolución o periódico, carece de suficiente humedad y el papel se parte, se cuartea, diría cualquier bibliotecólogo. El pretexto: disminuir, todavía más, el costo, según creo argumentarán los editores a su favor. Pero lo que realmente creo que hacen es malbaratar la literatura.Los libros de bolsillo serán, ya no se diga ilegibles, sino meramente inconsultables en unos años porque se volverán polvo entre las manos. Y una cosa más, serán los principales productores de polillas y bichos en las bibliotecas. Tal como los periódicos de algunos años atrás, esos libros tendrán que ser “digitalizados” (para utilizar un término tan caro a la actualidad; antes se diría “pasado a microfilm”) si en un momento dado se quieren consultar. Sólo espero no ser tan alarmante.

8.1.05

¿Cómo se mira el dolor?

I

Vaya manera de terminar el año 2004: con dos muy malas noticias. Un devastador Tsunami en el sur de Asia y la muerte de la intelectual estadounidense Susan Sontag (Nueva York, 1933-2004). Estos dos hechos, según creo, se relacionan más estrechamente de lo que se puede imaginar.

II

Tres horas y media es el tiempo de vuelo de la ciudad de México a Tijuana; a estas, súmesele el mismo tiempo del regreso. Siete horas me vastaron, pues, para leer Ante el dolor de los demás (Alfaguara, 2004) de Susan Sontag, traducido muy castizamente por Aurelio Major, en junio pasado, recién aparecido el libro. Ahora, con la muerte de su autora, es necesario volver a él y leerlo como si fuera la primera vez.

Aunque el libro fue escrito mientras se realizaban las acciones de la “guerra preventiva” que Estados Unidos y sus aliados libraron entre 2001 y 2003 en Afganistan e Irak, y podría verse como un libro militante dado la siempre controvertida opinión de Sontag, sus tesis son más que válidas y perdurables sobre cualquier circunstancia. Por eso el libro es un documento invaluable, como pocos.

III

En Ante el dolor de los demás, Sontag vuelve sobre un tema recurrente en ella: la fotografía. Así tituló uno de sus libros más notables: Sobre la fotografía (1977). Sin embargo, Sontag ya no teoriza sobre la técnica en sí de esa vertiente de las artes plásticas, o, mejor dicho, sigue teorizando pero a partir de fotografías con un tema muy específico: las que muestran el abatimiento, la crueldad, el dolor que unos seres humanos realizan a otros.

Sontag hace un somero, pero ilustrador, recuento de las guerras que se han librado, pero que, a diferencia de otras, han quedado en la memoria colectiva gracias a que hubo alguién ahí, donde acontecía, que las captó. Las protestas, dice Sontag, en Estados Unidos por la absurda guerra de Vietnam, a finales de la década de 1960, iniciaron gracias a que ciertos diarios y revistas empezaron a mostrar imágenes atroces de lo que allí sucedía.

A partir de ahí Sontag puede abundar sobre muchas cosas; sólo de unas cuantas me ocuparé. La primera, que considero fundamental, es, hablando de estos tiempos, la ultrasaturación de imágenes, tanto fotográficas como provenientes de la televisión (por ejemplo, las decapitaciones de rehenes grabadas en Irak o las secuencias presentadas, una y otra vez, de las olas del Tsunami embistiendo las playas asiáticas; y, hasta hace muy poco, han salido a la luz pública las fotografías de las barbaries cometidas por las dicturas sudamericanas).

Eso le da la pauta a Sontag para hablar de cómo la fotografía se ha impuesto ante la televisión. El fotógrafo de guerra o fotoperiodista compitió a partir de lo que la televisión mostraba y ya no podía tomar fotos posadas o de belleza artística (algunos ejemplos: las de Josef Koudelka sobre la invasión Rusa a su país o las que casi treinta años después tomó en los Balcanes. Las que se presentan en la World Press Photo, una exposición anual que va por todos los museos del mundo presentando en fotografías lo más relevante del año. Y finalmente, las homoeróticas fotografías de Adi Nes en el ejército israelí). Para esto, Sontag ha hablado ya de la subjetiva visión del fotógrafo, de la parte que sólo el fotógrafo quiso tomar y de lo que presindió; o en otros casos, de la simple vida militar que se le permitía tomar. “El buen gusto”, según lo llama Sontag, por no mostrar lo que por convención social no se ha permitido.

Pero si la fotografía ha superado a la televisón, ahora tiene que hacerle frente al cine, porque las películas bélicas, según el juicio de Sontag, han perjudicado la visión de la fotografía de guerra. Pero, una vez más, la fotografía ha salido victoriosa pues varias de esas cintas se han basado en los hechos tal y como los cuentan esas fotos y, por otra parte, el público bien sabe hasta donde una película es ficción y que en el caso de la fotografía el hecho obligatoriamente sucedió.

Al leer Ante el dolor de los demas surge una pregunta, y otras más entorno de esta. La primera de ellas: ¿Las fotografías de atrocidades nos han vuelto más estoicos? Y entonces podemos plantearnos: ¿Siempre fuimos lo suficientemente inmutables? ¿Al ver el sufrimiento de otros, somos mejores seres humanos? ¿O somos tan estoicos al grado de ser indiferentes? Desde la Ilíada, en la gran mayoría de las religiones (que es acaso donde se encuentren más imágenes bélicas) y hasta hoy en día, todo está impregnado de guerras y atrocidades. Eso, entonces, debió ya de hacernos más ecuánimes, de acostumbrarnos y saber de lo que los hombres son capaces de hacer a otros. Para Sontag, el cometido de las fotografías sólo es evocar, ofrecer el primer estímulo, lo cual ya es demasiado.

¿Cómo reaccionar ante el dolor que se está observando? Sontag es categórica: con indiferencia, con la indiferencia necesaria que nos permita reflexionar al respecto. Conmocionarse no lleva a ningúna parte, no se puede ayudar en nada (o en muy poco) desde la lejanía; por el contrario, sólo se sentiría frustración. Está cita muestra fehacientemente la categórica opinión de Sontag: “La persona que está perennemente sorprendida por la existencia de la depravación, que se muestra desilusionada (incluso incrédula) cuando se le presentan pruebas de lo que unos seres humanos son capaces de infligir a otros—en el sentido de crueldades horripilantes y directas—, no ha alcanzado la madurez moral o psicológica”.

IV

El último domingo de 2004 ocurrió un desastre de la naturaleza que afectó severamente a más de diez paises de África y Asia, que movió el eje terrestre, que hizo adecuar los relojes tres micronésimas de segundo... Los periódicos de todo el mundo inmediatamente pusieron en sus primeras páginas las imágenes de esa devastación. La conmoción no se hizo esperar, sin embargo, estaba muy próximo el festejo de fin de año y los ánimos rápidamente se calmaron. La gente que no se vio afectada, pudo cenar tranquila y brindar deseándose lo mejor para el año que iniciaba. Eso, sin duda, era lo que Susan Sontag hubiera aprobado. Ya para estos días, la llamada “ayuda humanitaria” pude seguir su curso.