11.1.05

De aviones, vuelos y aeropuertos

No suelo comprar constantemente un mismo periódico. Los sábados compro, para leer sus suplementos culturales (entre paréntesis): El Universal (Confabulario), Crónica (Crónica Cultural), Milenio (Laberinto) y El País (Babelia). Los domingos: Excélsior (Arena), La Jornada (La Jornada semanal) y Milenio (éste por su suplemento de minorías Traspatio). El primer jueves de mes compro el boletín de prensa de la embajada cubana (léase La Jornada) por su suplemento de sexualidad y sida, Letra S. Y el primer sábado de cada mes Reforma para leer Hoja por hoja.

Por supuesto el mejor suplemento es Laberinto de Milenio, después creo que Crónica cultural. Y los peores La Jornada semanal y Confabulario. (Como crítico literario me corresponde decir que no recomiendo su lectura, no sólo para no gastar su dinero, sino su, aún más valioso, tiempo).

Es decir, no leo los periódicos para estar informado. (Para eso veo casi todos los noticiarios diariamente). Pero si así lo hiciera, sin duda compraría, por ser el más completo, el que creo cumple mis necesidades, mis expectativas y es más objetivo: Milenio.

Cada sábado, en la sección financiera del Milenio, encuentro una columna que toca un tema en el que ningún otro periódico ha puesto su atención. No tiene título pero quien la escribe se llama Gustavo Armenta. Ahí, Armenta por lo regular habla de turismo, de líneas aéreas, informa sobre acciones de empresas o fideicomisos y todo tipo de información de gran interés para los viajeros.

Este sábado Armenta habló del aeropuerto de Houston (Texas, USA) “George Bush”. En ese aeropuerto he hecho escala, las dos veces que he ido y venido de San Francisco. Es un aeropuerto monumental, no sé de cuantas hectáreas sea, pero es monumental. La primera vez (en abril pasado), proveniente de la ya citada ciudad californiana, llegué al aeropuerto de Houston por la mañana (aún más para mi reloj biológico que seguía teniendo las dos horas menos del Pacífico). Llegamos a la terminal E que se veía muy nueva (Armenta informa en su columna que apenas el año pasado fue abierta parcialmente) y en esa misma sala, una hora después y el tiempo suficiente para desayunar algo, salía mi vuelo a la ciudad de México. Al llegar aquí, es inevitable la comparación, nuestro aeropuerto me pareció una sombra, y eso que apenas iniciaban las obras de remodelación que todavía siguen.

La segunda vez, ahora de ida, en junio pasado, llegamos a la terminal D del aeropuerto de Houston, para pasar migración. Ahí estuve horas formado, llegó un momento en que sentí una angustia terrible porque mi siguiente vuelo salía en la sala E que estaba del otro lado así que había que cruzar medio aeropuerto. Todavía tenía que bajar a la banda a recoger mi maleta; cuando bajé la banda ya había sido apagada y mi maleta estaba formada entre las otras que sus dueños aun no reclamaban (quizá seguían formados soportando a los arrogantes agentes de migración). Por fortuna, casi de inmediato había que entregar la maleta si uno era “Pasajero en tránsito”; de ahí la llevarían hasta el otro avión. Pero ahora la angustia era mayor, sólo tenía veinte minutos para cruzar una parte del aeropuerto. Había un túnel que conducía hasta la terminal E, pero éste estaba cerrado ya que estaba en remodelación. Y entonces tuve que rodear el aeropuerto. Por lo cual, al caminar por varios pasillos, percibí las obras que se realizaban. Llegué a la terminal, abordé el avión y todavía éste tuvo un retardo de una hora.

De regreso de San Francisco llegamos a la terminal E, pero el avió que me traería a la ciudad de México debía tomarlo en la terminal B, de la maleta ya se ocuparían las personas que trabajan en la aerolínea, Continental. Ahora ya no tuve que correr por medio aeropuerto, ahora, ahí mismo salía un camioncito que me dejaba no sólo en la terminal B, sino en la misma sala donde saldría el avión.

La columna de Armenta, entonces, me llamó más la atención: “El aeropuerto de Houston concluye una ampliación que costo 2 mil mdd”. El aeropuerto de Houston, informa Armenta, realmente es tres aeropuertos: el William P. Hobby, para vuelos nacionales, y el Ellington Field, para uso militar, de la Nasa y de aviones privados. Por lo tanto, ocupa el octavo lugar como puerto de entrada a USA, con 34 millones de pasajeros anuales. Además, cuenta con cinco pistas, lo que le permite hacer más de 600 despegues diarios.

La principal que opera en el aeropuerto de Houston es Continental. Sin duda, la mejor aerolínea en la que me ha tocado viajar. Su servicio es bueno en general, es barata, tiene buenos aviones, horarios muy flexibles, etc. Mexicana, que se jacta de tener “la flota aérea más moderna del mundo”, es horripilante, su sevicio es malo: te dan unas galletitas o unos cacahuates, un vasito de bebida y eso es todo; por si fuera poco, es carísima. Y su flota, ni tan moderna, son Airbus 319 o 320; un A320 es el que utiliza Cubana de aviación para su vuelo de México a La Habana (después, sale a Montreal y regresa a La Habana para volver a salir en la mañana a la ciudad de México, regresar a La Habana y así sucesivamente). Aviacsa es totalmente equis, Azteca es buena a secas, y American es como Mexicana y además te cobran por lo que vas a comer. (Como viajero me permito no recomendar viajar en esas aerolíneas; e insistir en que el gobierno tiene que vender Mexicana y Aeroméxico por separado).

Siempre he insistido en que hay que sacar el aeropuerto de la ciudad de México; esos terrenos se deberían unir al deportivo Oceania o al bosque de Aragón para hacer un pulmón natural que tanta falta le hace a la ciudad. Hay que enviar el aeropuerto, no a Texcoco y sus machetes, sino más allá de Tizayuca. Es increible que los aviones rodeen toda la ciudad y pasen por los techos y azoteas de las casas de colonias como la Jardín Balbuena. Nuestro aeropuerto, al lado del de Houston o San Francisco, es “una terminal aérea obsoleta e insuficiente” (Armenta). La comparación es inevitable.

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