Sigo leyendo el libro de Alma Guillermoprieto. Prometo que este será uno de mis últimos post sobre un tema cubano o relacionado con la isla. Esribe Guillermoprieto lo que escuchó de boca de un isleño al elogiar los logros de la Revolución:
"¿Tú sabes lo que es despertarse por las mañanas y saber que lo que tú te comes en el desayuno no se lo has quitado de la boca a nadie?"
Lo mismo escuché yo infinidad de veces y hace poco, platicando con mi amigo José Ángel Leyva, a propósito del número dedicado a Cuba de la revista que codirige con Anaya, Alforja, me dijo que los cubanos le dijieron lo mismo y él lo repetía ingenua pero convencidamente.
Eso es una bárbaridad, una mentira de las más grandes que he escuchado, una falacia asquerosa que la Revolución ha inventado en un incontenible retórica. Por supuesto, no se refiere a que uno vaya y le arrebate la comida al primer compañero o gusano que encuentre por las alborotadas calles habaneras. El comentario intenta ser un ejemplo de la "justicia social" que la Revolución ha sido capaz de implementar. Ya alguna vez aquí, en el otro blog que tuve que es este mismo, o como sea, di mis primeras impresiones cuando llegué a La Habana: una ciudad clacista, racista y pretenciosa como cualquier otra (supongo que porque el ser humano será la misma mierda en cualquier parte del mundo). Si bien la Revolución hizo mella profunda en las relaciones de raza (los negros eran aun más discriminados por los blancos), eso no hizo que todos se vieran como hermanos y convivieran en entera paz; algo imposible porque con quien más se pelea uno es precisamente con los hermanos.
Así, muchas veces vi gente muy pobre, humilde, en la miseria total por las calles de La Habana. (Si bien debo reconocer que no los vi pidiendo limosna en las esquinas de las grandes avenidas, como aquí, pero eso se debe a que si llegaran a hacerlo la temible policía los mandaría directito a 20 o más años de cárcel por andar dando tremendo chou). La gente se queja a todo momento, la comida que les dan en la libreta básica no les alcanza (un kilo de arroz, un kilo de frijol, un kilo de azúcar... ¡para todo el mes!) y dicen, a cada oportunidad que tienen: "¡No es fácil! ¡No es fácil!". Por eso los ve uno haciendo esto para sacar unas divisas, haciendo aquello para comprar lo otro, este trabajito para tal cosas... y así, ingeniándoselas para vivir.
Los contrastes son evidentes. Dentro de la pobreza quien tiene un poco más lo quiere ostentar. Un ejemplo muy claro: la burdelera Niurka Marcos (mil disculpas por el ejemplo tan bizarro pero es el primero que me viene a la mente). Fíjense bien en ella: en sus uñas, en su pelo, en su forma de vestirse, en sus colgijes de oro que trae al cuello. Hay una pretención por mostrar que se tiene, hay necesidad de vestirse bien, de calzar bien, de traer mucho oro en cadenitas, dijes, pulseras, aretes (hasta en los hombres, y quizá más en ellos). Lo mismo, me lo dijo una vez mi amiga Enzia Verduchi, sucede en los Balcanes, según lo vio ella.
Así que a mi no me vengan con esa falacia que, como bien se diría en cubano, no soy un comemierda.
31.3.05
30.3.05
Un español yoruba
Estaba trabajando en mi texto sobre escritores cubanos en el exilio, cuando apareció un letrerito que decía que el documento tenía muchas faltas de ortografía. No era, sin embargo, por lo mal que escribo sino porque hay demasiados modismos, cubanismos. Así que seleccioné todo el documento y fui a la opción de cambiar idioma. Está el español de España, de México, de Argentina, Uruguay, Nicaragua, etc... menos una opción para el español de Cuba. ¿A qué se deberá? Supongo que al atraso tecnológico de la isla y al embargo impuesto por USA (¡Les embargarón hasta el idioma!) ¡Qué mal!, me lamenté. Un idioma tan rico, variado y divertido como el cubano no es reconocido. Sin embargo, tenía que hacer algo porque si no le cambiaba el idioma no iba a poder seguir trabajando. Repasé toda la lista y casi al final encontré la opción más cercana a mis necesidades y esa fue la que elegí. "Yoruba", decía. Sí, esa le viene bien. Lástima que no incluya la corrección de ortografía y gramática.
29.3.05
Otro paraiso artificial
Estoy leyendo un libro que me tiene picado. Tengo tantas cosas que hacer y yo leyendo este libro, en fin... Es el testimonio de la estancia de seis meses en La Habana de la periodista mexicana Alma Guillermoprieto, titulado precisamente La Habana en el espejo (Mondadori, 2005). Aún no puedo hablar totalmente de la obra, lo que me interesa aquí es hablar de las primeras impresiones que Guillermoprieto tuvo al llegar a esa bella ciudad antillana. Entre esas impresiones está la comida.
Ella se queja, dice que le dieron puros "potajes insípidos" (yuca y papas hervidas con harta cebolla). Pobre, sí, lo cierto que es uno no come nada bien ahí. Aunque llevaba comida enlatada desde México, seguí muriéndome de hambre; podía comer la comida cubana por un par de días solamente. Iba a la auténtica Bodeguita del Medio y ahí pedía todo lo que me gusta. Sin embargo, la primera vez, por ejemplo, sentí un poco de desilución porque la comida cubana que yo había probado en México no tenía nada que ver con la que ahora me servían. Es simple: en Cuba no hay todos esos condimentos que los mexicanos le ponemos a todo (hierbas de olor, pimienta, epazote, perejil, cilantro, clavo, etc...). Es más, los cubanos no comen nada de chile. Sólo hay unos ajís, según los llaman ellos, que no son otra cosa que chile morrón, rojo o verde. Yo no como mariscos ni casi nada que venga del mar, así que eso no comía en Cuba, además porque era algo caro. En la isla no se pueden matar a las reses porque no las ven como bisteces sino como leche y así la Revolución puede alimentar a tanto niño. Tampoco me gusta el pollo, y los pollos allí son unos pichones que ni uno entero me llenaría. Así que lo único que podía comer era harto arroz moro (los famosos y deliciosos arroz con frijoles), los tostones de platanos o la yuca hervida y unos bisteces gracientos de cerdo. La otra alternativa eran las pizzas, pero sólo en un lugar de Vedado eran las más decentes. Es claro que a los dos días ya estuviera harto de la misma comida.
Hace poco un amigo me preguntó para su revista de recomendaciones, que cuáles restaurantes (tres máximos) recomendaba en la ciudad de México. Mi respuesta fue, en orden de importancia:
1.- La bodeguita del Medio (comida mexico-cubana, con música y paredes pintarrajeadas)
2.- Las sirenas (detrás de la Catedral)
3.- La fonda Refugio (en la Zona Rosa de excelente comida mexicana)
No hay duda de que la comida es un ignorado paraíso artificial.
Ella se queja, dice que le dieron puros "potajes insípidos" (yuca y papas hervidas con harta cebolla). Pobre, sí, lo cierto que es uno no come nada bien ahí. Aunque llevaba comida enlatada desde México, seguí muriéndome de hambre; podía comer la comida cubana por un par de días solamente. Iba a la auténtica Bodeguita del Medio y ahí pedía todo lo que me gusta. Sin embargo, la primera vez, por ejemplo, sentí un poco de desilución porque la comida cubana que yo había probado en México no tenía nada que ver con la que ahora me servían. Es simple: en Cuba no hay todos esos condimentos que los mexicanos le ponemos a todo (hierbas de olor, pimienta, epazote, perejil, cilantro, clavo, etc...). Es más, los cubanos no comen nada de chile. Sólo hay unos ajís, según los llaman ellos, que no son otra cosa que chile morrón, rojo o verde. Yo no como mariscos ni casi nada que venga del mar, así que eso no comía en Cuba, además porque era algo caro. En la isla no se pueden matar a las reses porque no las ven como bisteces sino como leche y así la Revolución puede alimentar a tanto niño. Tampoco me gusta el pollo, y los pollos allí son unos pichones que ni uno entero me llenaría. Así que lo único que podía comer era harto arroz moro (los famosos y deliciosos arroz con frijoles), los tostones de platanos o la yuca hervida y unos bisteces gracientos de cerdo. La otra alternativa eran las pizzas, pero sólo en un lugar de Vedado eran las más decentes. Es claro que a los dos días ya estuviera harto de la misma comida.
Hace poco un amigo me preguntó para su revista de recomendaciones, que cuáles restaurantes (tres máximos) recomendaba en la ciudad de México. Mi respuesta fue, en orden de importancia:
1.- La bodeguita del Medio (comida mexico-cubana, con música y paredes pintarrajeadas)
2.- Las sirenas (detrás de la Catedral)
3.- La fonda Refugio (en la Zona Rosa de excelente comida mexicana)
No hay duda de que la comida es un ignorado paraíso artificial.
24.3.05
Campidoglio
usted no sabe cuánto pesa
un corazón solitario
hay noches en que la lana oscura
la lana tibia que me protege
llega hasta el cielo
y mientras duermo mientras respiro
mientras sollozo
se me derrama la leche hirviendo
sobre la cara
y entonces una máscara magnífica
con la sonrisa del rey de espadas
cubre mi llanto
y todo eso no es nada todavía
usted no me creerá
pero luchar luchar luchar
todas las noches con un tigre
hasta convertirlo en una magnolia
y despertarse todavía y no sentirse
aún cansado y rehacer aún
raya por raya el mismo tigre odiado
sin olvidar los ojos los intestinos
ni la respiración hedionda
todo eso para mí
es mucho más fácil mucho más sueve
créame usted
que arrastrar todos los días
el peso de un corazón desolado
Jorge Eduardo Eielson.
un corazón solitario
hay noches en que la lana oscura
la lana tibia que me protege
llega hasta el cielo
y mientras duermo mientras respiro
mientras sollozo
se me derrama la leche hirviendo
sobre la cara
y entonces una máscara magnífica
con la sonrisa del rey de espadas
cubre mi llanto
y todo eso no es nada todavía
usted no me creerá
pero luchar luchar luchar
todas las noches con un tigre
hasta convertirlo en una magnolia
y despertarse todavía y no sentirse
aún cansado y rehacer aún
raya por raya el mismo tigre odiado
sin olvidar los ojos los intestinos
ni la respiración hedionda
todo eso para mí
es mucho más fácil mucho más sueve
créame usted
que arrastrar todos los días
el peso de un corazón desolado
Jorge Eduardo Eielson.
23.3.05
Pez
Nada el pez chino
a lo largo del cuerpo.
La cola incendia
el agua que desplaza.
Muerde lo pezones,
hurga en el pelo,
se apacigua un momento
entre las piernas
y después nada.
Francisco Hernández. El corazón y su avíspero. FCE. 2004. p. 18.
a lo largo del cuerpo.
La cola incendia
el agua que desplaza.
Muerde lo pezones,
hurga en el pelo,
se apacigua un momento
entre las piernas
y después nada.
Francisco Hernández. El corazón y su avíspero. FCE. 2004. p. 18.
22.3.05
Morir dignamente
La noticia que ha estado en prácticamente todos los medios esta última semana, es la de Terry Schiavo. Si USA fuera un país progresista, no hubiera tanto revuelo sobre el caso. Esta mujer de la Florida que ha permanecido en estado vegetativo por 15 años, podría tener una muerte digna dado que ya no tiene una vida tan digna qué digamos. Pero los conservadores que están en el gobierno, no lo ven así. Para ellos la vida es primero, según porque así se los ha hacho saber su Dios, por eso el asunto ha tomado tintes políticos extremos. Cuando uno ve las imágenes en televisión de Terry Schiavo se pregunta si esa mujer realmente vive. ¿Eso es vida? Resulta paradójico, por ejemplo, que la película extranjera ganadora en la pasada entrega de los Oscar haya sido, precisamente, una cinta donde un hombre exige su derecho a bien morir ("Mar adentro", del excelente director español Alejandro Aménabar). Supongo que si se tiene el derecho constitucional, en todos los países, a vivir, también debe tenerse el derecho, instransferible, a morir con dignidad.
21.3.05
El mundanal ruido
Prácticamente, toda mi vida he vivido aquí. Es un lugar estratégico: cerca del aeropuerto, del centro, de un eje vial, de Reforma, del Circuito, de como 5 estaciones del metro... Es una zona relativamente tranquila. Enfrente de mi edificio hay un parque, lo que ayuda demasiado. Estos últimos meses he vivido enclaustrado; o, al menos así he procurado vivir (algunos ya lo saben, pero para los que no: desde ahora evito hacer apariciones públicas que no sean las estrictamente necesarias). En mi familia se quejan porque no abro ni siquiera las ventanas. En efecto, ni eso hago: abrir la ventana implicaría contaminación visual, sonora y entraría mucho polvo que se acumularía en los libros (de por sí hacen un chingo de polvo). Hoy rompí esa regla: tuve que abrirla porque me enpezaba a sofocar, el calor empieza a aumentar y necesitaba que entrara un poco de aire. Hacía mucho que no veía el panorama desde mi ventana: la puesta de sol, la gente jugando basquet en el parque, los vecinos abajo y un pájaro en su nido justo donde está la caja de cables de Telmex. Cuando me mudé a la Escandón, era un ruidero infernal, por eso procuraba no estar ahí: a una cuadra de Insurgentes, Viaducto, Nuevo León, la Roma y la Condesa rodeándonos, del otro lado del puente la Del Valle y la otra colonia, donde está el WTC. Pero eso no era todo: justo detrás de la ventana de mi cuarto, todas las mañanas, muy tempranito, pasaba el camión de la basura a reconger lo que todos los vecinos íbamos a dejar ahí a las puertas del Hospital de México. Era lo más espantoso, cuando uno estaba crudísimo. Ahora aquí, el ruidero empieza a volverse omnipresente: lo que antes eran puras fábricas (que hacían su ruido en horas laborales), ahora, con un decreto del Peje, han empezado a convertirse en Unidades Habitacionales: ya abrieron unas cuentas y otras están en construcción, por lo cual es evidente que pasen camiones que transportan el material y all that jazz... Por lo mismo, hay más gente, en la calle, en el parque, en la tienda, etc. Mi calle empieza a ser más transitada porque el eje ya no es suficiente para llevar tanto coche hasta Reforma. ¿Cómo huir de todo este mundanal ruido?
Voyages III
Infinite consanguinity ir bears
This tendered theme of you that ligth
Retrieves from sea plains where the sky
Resigns a breast that every wave enthrones;
While ribboned water lanes I wind
Are laved and scattered with no stroke
Wide from your side, whereto this hour
The sea lifts, also reliquary hands.
And so, admitted through black swollen gates
That must arrest al distance otherwise,
Past whirling pillars and lithe pediments,
Light wrestling there incessantly with light,
Star kissing star trough wave on wave unto
Your body rocking!
and where death, if shed,
Presumes no carnage, but this singles change,
Upon the steep floor flung from dawn to dawn
the silken skilled transmemberment of song;
Permit me voyage, love, into your hands...
Hart Crane
This tendered theme of you that ligth
Retrieves from sea plains where the sky
Resigns a breast that every wave enthrones;
While ribboned water lanes I wind
Are laved and scattered with no stroke
Wide from your side, whereto this hour
The sea lifts, also reliquary hands.
And so, admitted through black swollen gates
That must arrest al distance otherwise,
Past whirling pillars and lithe pediments,
Light wrestling there incessantly with light,
Star kissing star trough wave on wave unto
Your body rocking!
and where death, if shed,
Presumes no carnage, but this singles change,
Upon the steep floor flung from dawn to dawn
the silken skilled transmemberment of song;
Permit me voyage, love, into your hands...
Hart Crane
20.3.05
¡Más y mejores drogas! (VIII / Ad Infinitum)
Porque el ser humano goza del privilegio de poder obtener sus placeres nuevos y sutiles hasta del dolor, la catástrofe y la fatalidad, al igual que de una terrible droga.
Charles Baudelaire. Los paraisos artificiales.
Charles Baudelaire. Los paraisos artificiales.
19.3.05
De Angustias y dilemas
Insisto en que muchos de los escritores, originalmente, en una primera etapa, nos inclinamos a escribir narrativa. Estoy casi seguro de ello. Aunque ya tuve un fructífero debate, al calor de unas copas de vino tinto, con mi querida amiga María Minera, insisto en que así es. Claro, después con el tiempo se van definiendo nuestras tendencias y acabamos escribiendo otro género. Desde luego, muy pocos pueden saltar de un género a otro fácilmente, digo, del ensayo, a la poesía o a la narrativa y hacerlo bien. (Pienso, por ejemplo, en Reyes, Borges, Pacheco).
Así, cuando yo empecé a escribir, fue en la narrativa y en la poesía, primordialmente; después, con la ávida lectura de libros de crítica (para parafrasear a Villaurrutia), muy pronto me vi apurando los textos de crítica. Hice un cuento como el final, según yo, idóneo, para una novela que no me había gustado como terminaba. Ese texto, por fortuna, ahora está desaparecido.
Después ideé una novela, y luego otra. Emprendí la escritura de una primero y de la otra poquísimo tiempo después. Me di cuenta que tenía todo enredado en mi cabeza porque el asunto de los dos textos era el mismo. Entonces desistí. Deje incluso de leer narrativa, y leí casi exclusivamente poesía y ensayo. Luego volví a leer novelas, pero esta vez sólo clásicas, las que es obligatorio leer, pero no se hace. En esa determinación estaba cuando se me apareció, por azar, el narrador estadounidense, David Leavitt. Como ya lo he dicho aquí en repetidas ocasiones, lo leí casi todo.
Fue gracia a Leavitt que me volví a interesar en la escritora de obra de ficción. Desde hacía mucho me rondaba en la cabeza, un cuento; las imágenes, la secuencia, las palabras se iban acumulando y seguí leyendo a Leavitt. Un día, de una sentada, redacté una primera versión.
El cuentico es más o menos así: el escritor cubano Virgilio Piñera (claro que no dijo que es él), después de treinta años de muerto, regresa a caminar su ciudad: La Habana. Va a casa de Lezama a quien no encuentra. Entonces, se dispone a andar por la calles habaneras. Hago que camine de Centro Habana hasta El Vedado. Pasa por el cine Yara, donde los guapos habaneros gays, se reunen al entrar la noche. Ahí se prende de un mulato. Para ello me valgo de algunas citas de su propia poesía, aunque también me fue de gran utilidad un librito de Antón Arrufat sobre Piñera. El Piñera que retrato, sé que no es como realmente era. Aquí Piñera es tímido, la ciudad ha cambiado tanto que lo intimida. Por eso no se atreve a lanzárcele al mulatico. Piñera huye, quiere evitarlo y finalmente se conforma con apreciarlo y pasar a su lado. Por su parte el mulato ni siquiera a caido en la cuenta de que tiene pendiendo de un hilo a esa persona.
Aparezco yo, o por mejor decir, aparece un narrador omnipresente que es el que va relatando todo. Hasta allí todo iba bien. De hecho creí el cuento estaba terminado. Sin embargo, la otra noche me asaltó una duda: para quien lo leyere, ¿el narrador no se confundiría?, esto es, el narrador bien podría ser el mulatico. Pero no de ninguna manera, al principio se dice que Yo (el narrador) está sentado ahí, en un escalinata del cine... ¡No es cierto! Eso no se dice. Bueno hay que decirlo. Ya. Listo. Sigue la angustia: no se le proporciona demasiada información al lector en la que se le diga que el narrador no es ni el mulatico, ni está sentado en las escalinatas del cine y que ahí, al pasar Piñera, se le ha escogido para ser el protagonista de esta historia.
Es claro que hay que darle más participación al narrador: que persiga y vaya relatando los pasos del protagonista. Eso sería ideal, pero tendría que reconstruir todo el texto. ¿Estoy dispuesto a hacerlo?
*
Mientras en el puerto de Acapulco está el Loveparade en todo su apogeo, yo trato de resolver esta angustia mediante un inútil post. ¡Qué looser!
Así, cuando yo empecé a escribir, fue en la narrativa y en la poesía, primordialmente; después, con la ávida lectura de libros de crítica (para parafrasear a Villaurrutia), muy pronto me vi apurando los textos de crítica. Hice un cuento como el final, según yo, idóneo, para una novela que no me había gustado como terminaba. Ese texto, por fortuna, ahora está desaparecido.
Después ideé una novela, y luego otra. Emprendí la escritura de una primero y de la otra poquísimo tiempo después. Me di cuenta que tenía todo enredado en mi cabeza porque el asunto de los dos textos era el mismo. Entonces desistí. Deje incluso de leer narrativa, y leí casi exclusivamente poesía y ensayo. Luego volví a leer novelas, pero esta vez sólo clásicas, las que es obligatorio leer, pero no se hace. En esa determinación estaba cuando se me apareció, por azar, el narrador estadounidense, David Leavitt. Como ya lo he dicho aquí en repetidas ocasiones, lo leí casi todo.
Fue gracia a Leavitt que me volví a interesar en la escritora de obra de ficción. Desde hacía mucho me rondaba en la cabeza, un cuento; las imágenes, la secuencia, las palabras se iban acumulando y seguí leyendo a Leavitt. Un día, de una sentada, redacté una primera versión.
El cuentico es más o menos así: el escritor cubano Virgilio Piñera (claro que no dijo que es él), después de treinta años de muerto, regresa a caminar su ciudad: La Habana. Va a casa de Lezama a quien no encuentra. Entonces, se dispone a andar por la calles habaneras. Hago que camine de Centro Habana hasta El Vedado. Pasa por el cine Yara, donde los guapos habaneros gays, se reunen al entrar la noche. Ahí se prende de un mulato. Para ello me valgo de algunas citas de su propia poesía, aunque también me fue de gran utilidad un librito de Antón Arrufat sobre Piñera. El Piñera que retrato, sé que no es como realmente era. Aquí Piñera es tímido, la ciudad ha cambiado tanto que lo intimida. Por eso no se atreve a lanzárcele al mulatico. Piñera huye, quiere evitarlo y finalmente se conforma con apreciarlo y pasar a su lado. Por su parte el mulato ni siquiera a caido en la cuenta de que tiene pendiendo de un hilo a esa persona.
Aparezco yo, o por mejor decir, aparece un narrador omnipresente que es el que va relatando todo. Hasta allí todo iba bien. De hecho creí el cuento estaba terminado. Sin embargo, la otra noche me asaltó una duda: para quien lo leyere, ¿el narrador no se confundiría?, esto es, el narrador bien podría ser el mulatico. Pero no de ninguna manera, al principio se dice que Yo (el narrador) está sentado ahí, en un escalinata del cine... ¡No es cierto! Eso no se dice. Bueno hay que decirlo. Ya. Listo. Sigue la angustia: no se le proporciona demasiada información al lector en la que se le diga que el narrador no es ni el mulatico, ni está sentado en las escalinatas del cine y que ahí, al pasar Piñera, se le ha escogido para ser el protagonista de esta historia.
Es claro que hay que darle más participación al narrador: que persiga y vaya relatando los pasos del protagonista. Eso sería ideal, pero tendría que reconstruir todo el texto. ¿Estoy dispuesto a hacerlo?
*
Mientras en el puerto de Acapulco está el Loveparade en todo su apogeo, yo trato de resolver esta angustia mediante un inútil post. ¡Qué looser!
Nuevo mail
Amig@s, una vez más vuelvo a cambiar de dirección de correo electrónico, ya que la que venía utilizando hasta el día de hoy es un absoluto fiasco (el servidor es tan malo que o no llegan los mensajes o no los recibo). Así que aquí les va la nueva dirección a la que me pueden escribir:
tellez_pon@yahoo.com
Con guión bajo entre las palabras. Espero ansioso sus letras.
tellez_pon@yahoo.com
Con guión bajo entre las palabras. Espero ansioso sus letras.
17.3.05
¡Más y mejores drogas! (VII / Ad Infinitum)
Hace unos días vi en Cinemax una película llamada "Groove", en la que unos chavos organizan un rave clandestinamente en una construcción abandonada en la parte sur de la ciudad californiana de San Francisco; aunado a eso, la peli muestra como estos chavos se dopan con drogas sintéticas, y como la fiesta va poniéndose más eufórica conforme las drogas se apoderan paulatinamente de los cuerpos sudorosos de estos jóvenes. Si la pueden ver, no se la pierdan.
*
Un documental que es todo un viaje, es "Naqoyqatsi": conocidísimas imágenes son alteradas digitalmente y puestas secuencialmente bajo la música (a veces un poco plana) de Philip Glass. Véanla por HBO (vayan a la página para checar cuando vuelven a pasarla).
*
Un documental que es todo un viaje, es "Naqoyqatsi": conocidísimas imágenes son alteradas digitalmente y puestas secuencialmente bajo la música (a veces un poco plana) de Philip Glass. Véanla por HBO (vayan a la página para checar cuando vuelven a pasarla).
Contra las feministas
Con el pasado día de la mujer, fue un buen pretexto para hablar del feminismo. Pos bien, aquí está lo que pienso al respecto.
Una de las mujeres a la que más respeto por su innegable inteligencia es la locutora Fernanda Tapia. Su lucidez, le hace tener una habilidad mental y verbal, en verdad excepcional. Es ella la que, invariablemente, llama a las feministas de hueso colorado: “Feminazis”. Es decir, se burla de ellas. Eso es sólo el inicio, porque después despotrica contra las Feminazis, tanto y de una forma tan divertida que uno se mea de la risa.
Como hace unos años, cuando los zapatistas se alzaron en armas en nombre de los indígenas, alguien dijo: “Hay que salvar a los indígenas de los indigenistas”, ahora muy bien podríamos decir: “¡Hay que salvar a las mujeres de las feminazis!”.
El feminismo como tal, ya se sabe, fue uno de los movimientos sociales más notables, junto con el de la liberación gay, en todo el mundo durante la alocada década de 1970. ¿Ahora qué vigencia tiene? Ninguna, desde luego. Si hubiera un feminismo militante y combatiente como en los setenta, estaría más interesado en protestar por el esclarecimiento de los feminicidios de Ciudad Juárez, pero esa protesta le pertenece a los familiares directamente afectados. En cambio, nuestras flamantes feministas, están en sus cubículos haciendo sus investigaciones de los queer studies. “¡Gentiles feminazis sólo de sus bocas!”, según diría Góngora. Y por otra parte, los lugares o espacios (pues es así como las feminazis contabilizan sus logros) que han ganado las mujeres en años muy recientes, ciertamente no ha sido gracias al feminismo trasnochado que persiste.
Las feminazis, deberían agradecer que hoy en día no haya (en el mundo occidental, hay que aclararlo) un poeta tan misógino como Quevedo, por ejemplo, cuya materia prima para sus implacables satiras eran las mujeres, los calvos, los letrados y los genoveces por rateros. Por ejemplo, Quevedo parodia el mito de Orfeo y dice entonces que es un pendejo, ya que habiéndose librado de su mujer, desciende a los infiernos por ella para que regrese con él al mundo de los vivos. Y en otro soneto dice:
Mujer que dura un mes, se vuelve plaga;
aun con los diablos fue dichoso Orfeo,
pues perdió la mujer que tuvo en paga.
En el mundo fundamentalista de oriente medio y oriente, las mujeres, y mucho menos las feminazis, claro está, podrían tener siquiera presencia alguna. Véase sino, la extremada misoginia en este provervio árabe: “Cada tanto dar una paliza a una mujer es algo saludable. Si tú no sabe por qué, ella sí lo sabe”.
Lo ideal sería que el tema empezara a dejarse de lado; sin pensar que se está discriminando, excluyendo, torturando. Seguir pensando que eso sucede, es propiciar, inculcar en la mente colectiva para que se sigan registrando hechos contra las mujeres.
Una de las mujeres a la que más respeto por su innegable inteligencia es la locutora Fernanda Tapia. Su lucidez, le hace tener una habilidad mental y verbal, en verdad excepcional. Es ella la que, invariablemente, llama a las feministas de hueso colorado: “Feminazis”. Es decir, se burla de ellas. Eso es sólo el inicio, porque después despotrica contra las Feminazis, tanto y de una forma tan divertida que uno se mea de la risa.
Como hace unos años, cuando los zapatistas se alzaron en armas en nombre de los indígenas, alguien dijo: “Hay que salvar a los indígenas de los indigenistas”, ahora muy bien podríamos decir: “¡Hay que salvar a las mujeres de las feminazis!”.
El feminismo como tal, ya se sabe, fue uno de los movimientos sociales más notables, junto con el de la liberación gay, en todo el mundo durante la alocada década de 1970. ¿Ahora qué vigencia tiene? Ninguna, desde luego. Si hubiera un feminismo militante y combatiente como en los setenta, estaría más interesado en protestar por el esclarecimiento de los feminicidios de Ciudad Juárez, pero esa protesta le pertenece a los familiares directamente afectados. En cambio, nuestras flamantes feministas, están en sus cubículos haciendo sus investigaciones de los queer studies. “¡Gentiles feminazis sólo de sus bocas!”, según diría Góngora. Y por otra parte, los lugares o espacios (pues es así como las feminazis contabilizan sus logros) que han ganado las mujeres en años muy recientes, ciertamente no ha sido gracias al feminismo trasnochado que persiste.
Las feminazis, deberían agradecer que hoy en día no haya (en el mundo occidental, hay que aclararlo) un poeta tan misógino como Quevedo, por ejemplo, cuya materia prima para sus implacables satiras eran las mujeres, los calvos, los letrados y los genoveces por rateros. Por ejemplo, Quevedo parodia el mito de Orfeo y dice entonces que es un pendejo, ya que habiéndose librado de su mujer, desciende a los infiernos por ella para que regrese con él al mundo de los vivos. Y en otro soneto dice:
Mujer que dura un mes, se vuelve plaga;
aun con los diablos fue dichoso Orfeo,
pues perdió la mujer que tuvo en paga.
En el mundo fundamentalista de oriente medio y oriente, las mujeres, y mucho menos las feminazis, claro está, podrían tener siquiera presencia alguna. Véase sino, la extremada misoginia en este provervio árabe: “Cada tanto dar una paliza a una mujer es algo saludable. Si tú no sabe por qué, ella sí lo sabe”.
Lo ideal sería que el tema empezara a dejarse de lado; sin pensar que se está discriminando, excluyendo, torturando. Seguir pensando que eso sucede, es propiciar, inculcar en la mente colectiva para que se sigan registrando hechos contra las mujeres.
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