7.9.11

[Un noble hurto]

Un ladrón que robó un pan que llevarse a la boca, me explicó en alguna ocasión un abogado, es juzgado igual que aquel que asaltó un banco suizo, pues no se castiga por lo robado, sino por el hecho ilícito. Cuando se trata de libros, me parece que no hay que ser tan radical y el ladrón debería ser condonado de su pena (una pena más social que judicial, pues en realidad es un estigma). Una vez, un ahora examigo me dijo: “A ti sí te presto libros porque los devuelves”, y, en efecto, los devuelvo esperando que cuando yo presté alguno me los devuelvan; pero debo confesar que, al contrario de los prestados, he “tomado” —permítaseme el eufemismo— varios otros libros que nunca he regresado.


De entre todos los libros que he tomado, el primero que me viene a la mente es El hablador (1987), del recién nombrado premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Vi un viejo ejemplar de una edición hecha por Planeta, en el único librero en casa de un gran amigo. No es, desde luego, una de las grandes novelas de Vargas Llosa, como sí lo son La ciudad y los perros o Conversación en La Catedral, pero desde la primera página no cabe duda del magistral impulso narrativo que posee el Nobel peruano.


Todo sucedió así: padezco un impulso natural por echar un vistazo a los libreros ajenos, así que mientras mi amigo hacía no sé qué cosa por la cocina o su habitación, yo me dediqué a observar su librero, ese libro de Vargas Llosa llamó mi atención, lo tomé, leí la contraportada, lo hojee y pude ver que no había sido “usado”, así que en un descuido, ¡zaz!, me lo embolsé, claro, luego de hacer una rápida evaluación en mi mente: “Si él no lo ha leído, no creo que la vaya a hacer pronto, además no es la mejor manera de entrar a la obra de Vargas Llosa y yo, que he leído otras de sus novelas, me hace falta leer esta”. Un par de semanas después de mi noble hurto, me enviaron de la editorial Alfaguara un ejemplar de la misma novela. ¿Qué hago con dos ejemplares del mismo libro?, pensé al tener la nueva edición en mis manos. Y luego de decidir que no necesito dos ejemplares del mismo libro: ¿Ahora de qué artimañas valerme para restituir el ejemplar en el librero de mi amigo?

*Texto publicado en un número de la revista Posdata dedicado a los "Cleptolectores".

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