Todos los días te veo, me miras de soslayo.
Con los libros al brazo, vas con tus compañías;
te sacudes la lluvia del mojado cabello
y entramos en tropel al caliente autobús.
Nos empujan, nos llevan a un rincón, el más cálido,
rodeados de paraguas húmedos o de abrigos;
sin hablar, sonreímos. Bajo la gabardina
busco hallar tu caliente mano en mi mano fría.
Tu hermosura la gritan todos tus camaradas,
no lo saben por qué, mas repiten tu nombre.
Belleza llega a todos de maneras distintas,
nadie es inmune a su absorbente encanto.
Tu pierna, con mi cuerpo, y tu cintura, oprimo;
la espalda, muelle y dulce, en mí va reclinada.
Cuatro manos aleves buscan placer secreto,
delicia en el vaivén de los transportes públicos.
Julio Aumente, Poesía completa (Visor, 2004).
*
Y es que hoy, un muchacho algo atractivo que olía a mariguana, me acarició la mano en el metro, correspondí a su gesto con uno igual, pero... a la siguiente estación tuve que bajarme.
9.4.07
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