Yo miraba aquella noche arder la maravilla.
Os veía abrazandoos, bebidos, tan jóvenes los dos,
bailando entrelazados, alegres, entre la música
festiva y entibiada luz de un lugar clandestino.
Observaba los ojos cariñosos, el biselado exacto
de los cuerpo tersos --serían apenas diescisiete años--
el fogoso frescor de pestañas y labios. En ambos
la hermosura. La indolencia natural de lo perfecto.
Y pensaba, mirándoos, que mi placer de belleza
y de ginebra no iba desinteresado con la envidia.
Que debía sufrir, claro, por no participar en ese reino.
Pero miraba y era deleite sólo vuestra danza,
deseo vuestras ondas de euritmia jovencísima.
Y pensé: No buscamos el logro, anhelamos deseo.
Que no es la fuente sólo, sino la sed que invita.
De pie en el antro penumbroso, sumido entre la música,
yo miraba aquella noche arder la maravilla.
Luis Antonio de Villena.
10.8.05
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