Me pasa que no sé que es lo que me pasa. Desde hace días no leo y no escribo. La computadora sólo la prendo para entrar a Internet y como ya está vieja después de un rato se vuelve loca. Pensar en todos los pendientes que tengo por escribir, me da flojera y prefiero echarme (literalmente) sobre la cama, encender la televisión y pasar horas en el zapping. Los noticieros no me levantan el ánimo, al contrario, me llenan de ira e indignación: tantas horas dedicadas a la muerte del Papa, los cazailegales de Arizona en la frontera con México avispados para lo que suceda, el imbécil de AMLO haciendo su campaña para su beatificación, etc. Esto realmente apesta.
Lo único relevante de estos últimos días, es que el domingo fui con un amigo a ver una película sensacional: "Kinsey, el científico del sexo". El "Prok" es un profesor que al darse cuenta de la falta de educación sexual en las universidades estadounidenses, emprende un investigación extenuante que dará cuenta de la actividad sexual de la población americana. En 1948 publicó la primera parte de su ambicioso proyecto "El comportamiento sexual en varones", que escandalizó a toda la sociedad por sus revelaciones (entre ellas que todo hombre, casado o no, ha tenido al menos un encuentro sexual con otro hombre). Fue tanta la polémica, inmediatamente anterior al macartismo, que le fue retirado a Kinsey el apoyo financiero de la fundación Rockefeller. El hombre me pareció un genio, un verdadero progresista y ambicioso hasta sus últimas consecuencias. Las relaciones humanas están regidas por las relaciones sexuales, indudablemente, y además, porque esas conductas sexuales poco han cambiado desde entonces así que el estudio Kinsey sigue teniendo validez.
Por ejemplo, lo primero que noto, ya que está muy bien expuesto en la película, es la ignorancia que existe entre los heterosexuales del cuerpo del otro: la mujer no conoce el cuerpo del hombre y el hombre no conoce el cuerpo de la mujer (en la escena todos se escandalizan cuando Kinsey les muestra los puntos donde se centra el placer de cada uno: en el glande y en el clítoris, respectivamente). Eso le hace decir a Kinsey que en los homosexuales las conductas sexuales son más satisfactorias y abiertas porque al conocer su cuerpo conocen el del otro para satisfacerlo.
Parece que Kinsey haya pasado de noche por el siglo XX. Hace unos días leía en el periódico que la educación sexual en USA sigue basándose en la promoción de la abstinencia sexual. ¿Por qué insistir en eso si ha fracasado rotundamente? En nuestro país, ni se diga. La cosa es igual o peor: embarazos no deseados en plena pubertad, infecciones de transmisión sexual en números alarmantes, el Sida propagándose como una gripa, auscencia notable de campañas para el uso del condón, y un largo etcétera.
Indudablemente tienen que ver esta película, "Kinsey, el científico del sexo".
5.4.05
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