24.7.10

Los años ¿maravillosos?

Mi madre me contó que en la semana se encontró por la colonia a Nacho, uno de mis mejores amigos de la primaria. Desde aquellos lejanos años las familias se hicieron "amigas" también, la de él más numerosa que la nuestra: cinco hijos además del padre y la madre, y nosotros tres (luego sólo dos) y mi padre y mi madre. Nacho era el segundo, sólo antecedido por un hermano también de quien siempre he pensado que es gay y hasta creo habérmelo encontrado en un antro de ambiente. El caso es que todo esto bien a cuento porque la sorpresa de mi madre por su encuentro con Nacho es que él ya tiene un hijo. Lo que mi madre no sabe, o no alcanza a redordar, es que otros de mis amigos de la secundaria también ya tuvieron hijos, incluso poco después de que salimos de la secundaria 64, como Masiel o Luis.

Nacho y yo fuimos también a la misma secundaria pero no nos tocó en el mismo grupo, de manera que eso enfrió un poco nuestra amistad, además porque él tenía amigos de su grupo y yo del mío --más amigas que amigos, debo confesar. Sin embargo, gracias a las madres alcahuetas las familias siguieron frecuentándose, pues las cercanías de las viviendas lo facilitaba. Sus dos hermanas se llevaban con la mía y su hermano pequeño con el mío. Sólo el mayor, que era mayor que Nacho y que yo, estaba aislado, no departía con nadie porque, creo, ya lo veíamos como un "adulto". A Masiel y a Luis los dejé de ver, pero supe por otros amigos en común que tuvieron hijos y supongo que hoy deben tener el aspecto de "padres", pues los hijos deben rondar ya los 10 o 12 años.

La sorpresa de mi madre, pues, no lo es tanto para mí. A lo largo de estos años he visto cómo algunas mentes de mi generación, diría Gingsberg, han sido devoradas por los hijos, las carnes flácidas, la mala nutrición y los excesos. Otro amigo, éste del CCH, es menor que yo, iba una o dos generaciones abajo que la mía y hace poco que nos vimos él vestía de traje por su trabajo pero tenía una panza enorme que, aunada a su vestimenta, le hacía parecer un señor de cincuenta años... si no fuera porque es la jota irredenta que es en verdad pensaría que es un ñor.

Otros dos casos: hace poco estuve con una amiga a la que hacía rato que no veía, recordé que hace años le tomé unas fotos en una borrachera y las vi, el contraste era de espanto, aunque en la foto está borracha mantiene la cara con luz, sus facciones delgadas, de joven... ahora que la vi en persona está toda ajada y gorda, como si hubiera parido diez hijos; hay que agregar que los cuatro días que pasé en su casa nunca la vi meterse a la regadera. El otro es un amigo que se ha vuelto burócrata, pues por mucho que trabaje en una institución descentralizada del gobierno, como él podría argumentar, es un burócrata y punto; él se vanagloria de su vegetarianismo, de comer sanamente, de no comer "cadáveres", lo cual me saltó cuando nos encontramos casualmente entre los pasillos de una librería. La sorpresa: tenía ya la típica panza de burócrata.

En 2004 fui a San Francisco y me quedé en casa de un amigo gringo al que hacía unos años que no veía. Llegué a su casa pero él no estaba. Su inquilino me dijo que tenía instrucciones de recibirme, que me instalara, pues. En un par de horas llegó, yo estaba justo caminando por el pasillo de la entrada cuando él abrió la puerta, me vio y se sorprendió. Lo primero que dijo , incluso antes de saludarme, fue: "Like teenagaer", y me quedé frío. No me agradó el comentario, pero debo reconocer que prefiero que digan eso a que digan que me he dejado. Mucha gente, cuando me calcula la edad, me dice que tengo 25 o menos; detesto que me calculen la edad, pero detesto más decir mi edad verdadera. Me dan ganas de decirles: descanso lo suficiente, no fumo, no tomo, no me drogo, como lo mejor que puedo, tomo algunos suplementos alimenticios y, desde hace 7 meses, voy casi diario al gym, ¿suficiente? A mis casi treinta años me reconforta muchísimo que me sigan calculando menos de 25.

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