4.1.08

La caza de elefantes. Si la literatura no existiera esta sociedad no se molestaría en inventarla. Se inventarían las cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación, pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura.
La situación actual de la literatura se sintetizaba, según Stece, en una opinión de Roman Jakobson. Cuando lo consultaron para darle un puesto de profesor en Harvard a Vladimir Nabokov, dijo: "Señores, respeto el talento literario del señor Nabokov, ¿pero a quién se le ocurre invitar a un elefante a dictar clases de zoología?"
La estúpida y siniestra concepción de Jakobson es la expresión sincera de la conciencia de gran crítico y gran lingüista y gran profesor que supone que cualquiera está más capacitado para hablar del arte de la prosa que el mayor novelista de este siglo. La autoridad de Jakobson le permite enunciar lo que todos sus colegas piensan y no se animan a decir. Se trata de una reivindicación gremial: los escritores no deben hablar de literatura para no quitarles el trabajo a los críticos y a los profesores.

De Prisión perpetua (Anagrama, 2006). Claro, de Ricardo Piglia.

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Quizá no hubo mayor placer en 2007 que iniciar y terminar el año leyendo dos libros de Piglia: La invación en enero, y este diciembre Prisión perpetua.

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Yo por eso mejor me alejo de la academia, y la aborrezco y la escupo desde mi torre de marfil.

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