V. me cuenta que F. devoró el último libro de Harry Potter (que no sé cómo se llama ni me interesa averiguar) y que al terminarlo se soltó a llorar a moco tendido, "como Magdalena".
El otro día, en u blog colectivo, hablaban de la "democratización" de la lectura que ha promovido la autora del mago ese. ¡Qué reverenda pendejada! Le dije a V. cuando me contaba lo anterior.
Y es que desde hace unos aoños, algunos osados han dicho que le deberían dar el Nobel a Rowling sólo porque ha puesto a leer a tantos y tantos niños, y también adultos, marcianos, extraterrestres, locas, vestidas, mal vestidas, y demás fauna humana.
Es ilusorio pensar que un libro, ahora que ha concluido su ciclo, desatará una lectura masiva y que las librerías se verán asoladas por los millones de seudolectores que mueren por seguir leyendo. Nada más falso. A lo que me refiero es que es una reverenda pendejada pensar que los lectores de Harry Potter pronto devorarán El ser y el tiempo de Heidegger o ya de perdís El laberinto de la soledad, de Paz.
A lo único que aspiran esos seudolectores es a leer a Paulo Coehlo, a Isabel Allende, o a García Márquez en su defecto.
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