Resto prigionier d’un cavaliere armato
Miguel Angel
Siempre le he temido a los fantasmas pero a veces, debo reconocerlo, me he visto creando alguno. Este caso, en cambio, es distinto porque Él no es mi Creación: Existe, remoto pero existe: ha rondado mi cabeza y deambulado por mi entorno trastocándolo todo, modificando mis manías y desquiciando mi templanza (ahora, por ejemplo, no entraba en mis planes ponerme a escribir versitos de amor). Se resiste abandonarme y es así como he tenido que bajar a comprar comida para dos, alimentarlo día a día con detallitos sorpresa, no poder dormir por las noches conciente de tener al lado a un Desconocido, mi Próximo lejano, mi Semejante tan buscado, y a la mañana siguiente la sorpresa de verlo sentado a la mesa tomando café: “Buenos días, distinguido señor, disculpe usted esta pregunta tan directa, pero ¿cuánto tiempo más piensa quedarse aquí? ¿Le importaría irse pronto? No es que su presencia me incomode, al contrario, me perturba cada que lo miro y no quepo de felicidad al tenerlo y, la verdad sea dicha, esta vida no me ha acostumbrado a tanta felicidad. Permítame decirle, noble caballero, que la maravilla de su cuerpo me hace alucinar, que sus risas me desarman y que su infinita juventud me humilla. Así no se puede vivir. Yo vine a esta vida a librar La Batalla de Todos los Días y ahora usted me sale con esto. Sépaselo: es usted un mezquino. Por favor, váyase y no vuelva, no vuelva a instalarse así como así en la vida de los demás. Dese cuenta y verá.” Así le hablé y Él se encogió de hombros, bajó la mirada y se dirigió hacia el cuarto por sus cosas. Y se fue. Así de simple. Al final me quedé sin Él pero con Él, por eso se ha colado hasta aquí.
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Pude haberlo escrito para muchos pero es única y exclusivamente para El, inalcanzable, en la lejanía.