Ayer te hubiera dado el mundo, muchacho que surgiste de... ¡Andalucia!
*
Guadalajara andaluza: La FIL es la feria de los libros y de los excesos.
30.11.06
21.11.06
17.11.06
[Un poema de Sandro Penna]
Feliz quien es distinto
siendo también distinto.
Pero ¡ay! del que es distinto
siendo tan sólo común.
Sandro Penna (Italia, 1906-1977),
Versión de Guillermo Fernández.
siendo también distinto.
Pero ¡ay! del que es distinto
siendo tan sólo común.
Sandro Penna (Italia, 1906-1977),
Versión de Guillermo Fernández.
(De Veintidós poetas italianos, UNAM, México, 2006)
15.11.06
[Y ahora: Pet Shop Girls, digo, Boys]
Para que acabe de chokearse Ramírez Lara, ahora Pet Shop Girls, digo, Boys: ayer fui a su concierto en el Auditorio Nacional y el pedo es que sólo me supe tres rolas (y una de ellas era un cover), porque, obvio, no soy de la generación que los escuchaba en sus buenos años pues estás ya están tan rucas que casi salen al escenario en silla de ruedas y con tanque de oxígeno. Pero en fin, qué se le va a hacer si los boles eran de a grapa. Una de las rolas que me supe, y con la que cerraron su jotérrimo concierto fue "Go west":
14.11.06
[Pop barroco]
11.11.06
[Las sociedades de convivencia y lo que sigue]
Los trabajos legislativos en la ALDF iniciaron a las 11 a.m. y casi de inmediato se inició la discusión de la Ley de Sociedades de Convivencia. Lo primero que hicieron los panistas, fue presentar una moción suspensiva con la cual pretendían regresarla a las comisiones unidas de Equidad y género y Derechos humanos pues, argumentaban, no fue lo suficientemente discutida y sólo se aprobó en lo general y no en lo particular (es decir, artículo por artículo). Desde luego, la moción no prosperó. En sus discursos los diputados panistas, una y otra vez, hacían alarde de no discriminar, estar a favor de las minorías, de respetar los derechos humanos, de reconocer al ser humano, etcétera, etcétera… Un cinismo lleno de verborrea nunca antes visto. Tacharon a la ley de demagógica y querer legislarla al vapor, de privilegiarla al darle una salida rápida: ¿les parece “legislar al vapor” una ley que lleva discutiéndose más de 4 años y que detrás de eso hay todo el trabajo de un movimiento de lucha por los derechos de gays y lesbianas de más de 30 años? Simplemente era un sinsentido todo lo que decían ya que ignoran todo lo que ha hecho este movimiento social y sus organizaciones civiles en pro de las minorías sexuales.
Luego, bajo esos argumentos, pedían que se regresara a comisiones para que, en lugar de crear una ley específica, se remitiera todo al código civil pues, según ellos, la ley no aclaraba el parentesco que tendrían quienes suscribieran una sociedad de convivencia. Uno de ellos hasta ejemplificó: se dice esposa o esposo, marido y mujer, cónyuges. Desde luego, no entendían que esta ley no busca crear un “matrimonio” o algo parecido sino que es un contrato socio-económico que suscriben dos personas quienes asumen responsabilidades mutuas, económicas primordialmente, algo así como convenientes o socios (partners como se dice en inglés). Entonces, un diputado del PRD, le preguntó al panista Alfredo Vinalay que si esta ley se regresaba a las comisiones para modificar los puntos que ellos querían estarían en la posibilidad de votarla a favor. Por supuesto, no hubo respuesta de Vinalay ni de ninguno de sus compañeros de bancada así que la suerte estaba echada.
Así, una y otra vez se evidenciaba que el PAN no aprobaría la ley bajo ninguna circunstancia. Entonces quedó claro que, como lo dijo Víctor Hugo Círigo en su discurso, el PAN pretendía ocultar su abierto desacuerdo con la ley de Sociedades de Convivencia con recursos leguleyos. Mientras el PRI suscribió sus puntos en contra puntualizándolos (en lo cual coincidía con el PAN), el Revolucionario Institucional lo hizo bajo el cauce legal (presentó sus observaciones en un documento a la presidencia de la mesa directiva) y sin ese discurso tan típico de la doble moral panista. Al final, la cara de los diputados panistas evidenciaba una derrota: la maquinaria de izquierda (PRD, PT, Alternativa y Convergencia) se impuso quizá como ellos tantas veces han mayoriteado a estos y otros partidos aprobando leyes al vapor en el Congreso de la Unión (por ejemplo, la Ley Televisa muy recientemente). La votación final, ya se sabe, fue de 43 votos a favor, 17 en contra y 5 abstenciones.
La ley de Sociedades de Convivencia es sólo el primer triunfo de toda una serie de exigencias que faltan por reconocerse para llegar así a un pleno gozo de las libertades, derechos y responsabilidades de que disfruta un ciudadano común. Por ejemplo, falta tipificar los crímenes de odio por homofobia, crear una fiscalía especial de crímenes por homofobia en la PGJDF, clarificar las penas para quien viole la ley antidiscriminación en la capital de la República, regular el sexoservicio tanto masculino como femenino, así como es urgente y necesario que el Gobierno del Distrito Federal impulse cuanto antes campañas de prevención de Infecciones de Transmisión sexual (ITS), VIH/Sida y Hepatitis B ya que esto se lleva a cabo en la ciudad por la Secretaría de Salud del gobierno federal a través del Censida. También es urgente una ley que reconozca el cambio de identidad de tantos compañeros transgéneros y travestis. Y finalmente, ampliar los servicios de salud para personas que viven con VIH, en particular, la Clínica Especializada Condesa modernizando sus instalaciones y ampliando sus horarios de servicio. Todo eso y más falta por hacer.
Esperemos que la izquierda en la ALDF tome estos asuntos en sus manos y lleve a todas las modificaciones necesarias, principalmente el PRD que ahora se ha reivindicado con la comunidad LGBT.
*En la foto tomada de la portada de La Jornada de ayer, Etzel besuqueándose con su novio al pie de las escalinatas de la ALDF durante el festejo por la aprobación de la Ley de Sociedades de Convivencia, y yo al lado, festejando desaforado, of course.
9.11.06
[La Almodóvar volvió]
Pues como ya había dicho desde marzo o abril de este año (véase el historial de este burlesque), la almorrana dejó de ser tal (con esas pelís tan horripilantes por el sentimentalismo asqueroso de "Todo sobre mi madre", el enredo antialmodovar de "Hable con ella" y la excesiva y fallida autoreferencialidad de "La mala educación"), y volvió a ser Almodóvar, con sus chicas y sus historias femeninas donde siempre los hombres serán los malos.
La Jornada, Domingo 29 de octubre de 2006
Volver
Carlos Bonfil
Luego de un estupendo arranque en el cementerio del pueblo, donde un grupo de mujeres cantan, arreglan y limpian las moradas de sus difuntos, al tiempo que intercambian chismes y habladurías de manera jovial y festiva, Volver, decimosexto largometraje de Pedro Almodóvar, renueva con brío similar su gusto por la narración paralela y la fusión de géneros. Comedia y melodrama en los ambientes también contrastados de la ciudad y la provincia, añadiendo ésta vez al registro realista un relato de fantasmas, y haciendo transitar a sus personajes de las atmósferas más negras al rojo encendido de las emociones madrileñas. Al modo de Matador y sus metáforas taurinas, pero con el tema del amor madre-hija remplazando con intensidad parecida los desbordamientos pasionales de las primeras cintas del realizador manchego. Considérese la propuesta argumental: una madre, Raimunda (Penélope Cruz), protege a su hija luego de que ésta mata al padre (en realidad padrastro) que ha intentado violarla. Las dos mujeres descubren la solidaridad y la renovación del cariño a partir de un hecho de sangre. Este tema, inspirado en El suplicio de una madre (Mildred Pierce, 1945), melodrama interpretado por Joan Crawford, tiene como contrapartida la visita que hace Sole (Lola Dueñas), hermana de Raimunda, al pueblo natal para asistir a un funeral, luego del cual descubrirá que su madre, a la que creía muerta, sigue aún muy viva y dispuesta a conquistar de nuevo el cariño de sus hijas.
Después de La mala educación, película con un reparto predominantemente masculino y una trama plagada de enigmas y solemnidad sentimental, el español Pedro Almodóvar regresa a la claridad narrativa, a la comedia y al universo femenino de su primera época. Volver es el rencuentro, mitad festivo, mitad melancólico, con algunas de sus actrices favoritas, Carmen Maura y Penélope Cruz, y también con el terruño, ensayando de paso un acercamiento inusitado a lo fantástico con ese fantasma materno, que luego de pocas escenas cobrará una presencia material vigorosa. Es también el regreso al mundo doméstico de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, con una madre de familia próxima a la neurosis, pero rebosante de vitalidad, y a las heroínas pop de Mujeres al borde de un ataque de nervios, en su tránsito del Madrid de la movida a una provincia que el cineasta describe con la emoción de un hijo pródigo.
Aunque en Volver el tema de la madre es omnipresente, el registro nostálgico rechaza la complacencia y lo hace disolviendo las desgracias en el juego de la farsa, en el humor de réplicas chispeantes, en un reality show televisivo o en la hilarante interpretación que hace Carmen Maura de una vagabunda rusa. Otra presencia femenina, famosa en teleseries españolas, es Blanca Portillo, interpretando aquí a Agustina, una vecina aquejada de cáncer, quien en busca de su madre extraviada, tal vez fallecida, acude a la televisión sólo para ser objeto del morbo que distribuye aplausos a los enfermos terminales, desentendiéndose por completo de sus vidas afectivas. Agustina, mujer de provincia, nuevo personaje recio de Almodóvar, abandona con dignidad el estudio y encuentra comprensión y cariño en el fantasma femenino más cercano (otra vez Carmen Maura, instalada en icono materno). Las actuaciones son estupendas y registran con igual aplomo el artificio lúdico y la emotividad a flor de piel. Hay homenajes al cine hollywoodense y al neorrealismo italiano, a Joan Crawford y a la Anna Magnani de Bellissima (Visconti, 1951), refrendando una vez más la reputación de Almodóvar como virtuoso retratista de la mujer en el drama y en la comedia, en la contención y en el exceso. La historia es absurda, inverosímil, como tantos otros relatos del fabulador manchego, pero su tema central, el rencuentro afectivo, tiene una concisión tan emotiva que obliga al espectador más recio a admitir que si los fantasmas no existen, habría que inventarlos.
La Jornada, Domingo 29 de octubre de 2006
Volver
Carlos Bonfil
Luego de un estupendo arranque en el cementerio del pueblo, donde un grupo de mujeres cantan, arreglan y limpian las moradas de sus difuntos, al tiempo que intercambian chismes y habladurías de manera jovial y festiva, Volver, decimosexto largometraje de Pedro Almodóvar, renueva con brío similar su gusto por la narración paralela y la fusión de géneros. Comedia y melodrama en los ambientes también contrastados de la ciudad y la provincia, añadiendo ésta vez al registro realista un relato de fantasmas, y haciendo transitar a sus personajes de las atmósferas más negras al rojo encendido de las emociones madrileñas. Al modo de Matador y sus metáforas taurinas, pero con el tema del amor madre-hija remplazando con intensidad parecida los desbordamientos pasionales de las primeras cintas del realizador manchego. Considérese la propuesta argumental: una madre, Raimunda (Penélope Cruz), protege a su hija luego de que ésta mata al padre (en realidad padrastro) que ha intentado violarla. Las dos mujeres descubren la solidaridad y la renovación del cariño a partir de un hecho de sangre. Este tema, inspirado en El suplicio de una madre (Mildred Pierce, 1945), melodrama interpretado por Joan Crawford, tiene como contrapartida la visita que hace Sole (Lola Dueñas), hermana de Raimunda, al pueblo natal para asistir a un funeral, luego del cual descubrirá que su madre, a la que creía muerta, sigue aún muy viva y dispuesta a conquistar de nuevo el cariño de sus hijas.
Después de La mala educación, película con un reparto predominantemente masculino y una trama plagada de enigmas y solemnidad sentimental, el español Pedro Almodóvar regresa a la claridad narrativa, a la comedia y al universo femenino de su primera época. Volver es el rencuentro, mitad festivo, mitad melancólico, con algunas de sus actrices favoritas, Carmen Maura y Penélope Cruz, y también con el terruño, ensayando de paso un acercamiento inusitado a lo fantástico con ese fantasma materno, que luego de pocas escenas cobrará una presencia material vigorosa. Es también el regreso al mundo doméstico de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, con una madre de familia próxima a la neurosis, pero rebosante de vitalidad, y a las heroínas pop de Mujeres al borde de un ataque de nervios, en su tránsito del Madrid de la movida a una provincia que el cineasta describe con la emoción de un hijo pródigo.
Aunque en Volver el tema de la madre es omnipresente, el registro nostálgico rechaza la complacencia y lo hace disolviendo las desgracias en el juego de la farsa, en el humor de réplicas chispeantes, en un reality show televisivo o en la hilarante interpretación que hace Carmen Maura de una vagabunda rusa. Otra presencia femenina, famosa en teleseries españolas, es Blanca Portillo, interpretando aquí a Agustina, una vecina aquejada de cáncer, quien en busca de su madre extraviada, tal vez fallecida, acude a la televisión sólo para ser objeto del morbo que distribuye aplausos a los enfermos terminales, desentendiéndose por completo de sus vidas afectivas. Agustina, mujer de provincia, nuevo personaje recio de Almodóvar, abandona con dignidad el estudio y encuentra comprensión y cariño en el fantasma femenino más cercano (otra vez Carmen Maura, instalada en icono materno). Las actuaciones son estupendas y registran con igual aplomo el artificio lúdico y la emotividad a flor de piel. Hay homenajes al cine hollywoodense y al neorrealismo italiano, a Joan Crawford y a la Anna Magnani de Bellissima (Visconti, 1951), refrendando una vez más la reputación de Almodóvar como virtuoso retratista de la mujer en el drama y en la comedia, en la contención y en el exceso. La historia es absurda, inverosímil, como tantos otros relatos del fabulador manchego, pero su tema central, el rencuentro afectivo, tiene una concisión tan emotiva que obliga al espectador más recio a admitir que si los fantasmas no existen, habría que inventarlos.
7.11.06
[Poema sobre la muerte de un hijo de la muerte]
Lázaro
Luis Cernuda
Era de madrugada.
Después de retirada la piedra con trabajo,
Porque no la materia sino el tiempo
Pesaba sobre ella,
Oyeron una voz tranquila
Llamándome, como un amigo llama
Cuando atrás queda alguno
Fatigado de la jornada y cae la sombra.
Hubo un silencio largo.
Así lo cuentan ellos que lo vieron.
Yo no recuerdo sino el frío
Extraño que brotaba
Desde la tierra honda, con angustia
De entresueño, y lento iba
A despertar el pecho,
Donde insistió con unos golpes leves,
Ávido de tornarse sangre tibia.
En mi cuerpo dolía
Un dolor vivo o un dolor soñado.
Era otra vez la vida.
Cuando abrí los ojos
Fue el alba pálida quien dijo
La verdad. Porque aquellos
Rostros ávidos, sobre mí estaban mudos,
Mordiendo un sueño vago inferior al milagro,
Como rebaño hosco
Que no a la voz sino a la piedra atiende,
Y el sudor de sus frentes
Oí caer pesado entre la hierba.
Alguien dijo palabras
De nuevo nacimiento.
Mas no hubo allí sangre materna
Ni vientre fecundado
Que crea con dolor nueva vida doliente.
Sólo anchas vendas, lienzos amarillos
Con olor denso, desnudaban
La carne gris y fláccida como fruto pasado;
No el terso cuerpo oscuro, rosa de los deseos,
Sino el cuerpo de un hijo de la muerte.
El cielo rojo abría hacia lo lejos
Tras de olivos y alcores;
El aire estaba en calma.
Mas temblaban los cuerpos,
Como las ramas cuando el viento sopla,
Brotando de la noche con los brazos tendidos
Para ofrecerme su propio afán estéril.
La luz me remordía
Y hundí la frente sobre el polvo
Al sentir la pereza de la muerte.
Quise cerrar los ojos,
Buscar la vasta sombra,
La tiniebla primaria
Que su venero esconde bajo el mundo
Lavando de vergüenzas la memoria.
Cuando un alma doliente en mis entrañas
Gritó, por las oscuras galerías
Del cuerpo, agria, desencajada,
Hasta chocar contra el muro de los huesos
Y levantar mareas febriles por la sangre.
Aquel que con su mano sostenía
La lámpara testigo del milagro,
Mató brusco la llama,
Porque ya el día estaba con nosotros.
Una rápida sombra sobrevino.
Entonces, hondos bajo una frente, vi unos ojos
Llenos de compasión, y hallé temblando un alma
Donde mi alma se copiaba inmensa,
Por el amor dueña del mundo.
Vi unos pies que marcaban la linde de la vida,
El borde de una túnica incolora
Plegada, resbalando
Hasta rozar la fosa, como un ala
Cuando a subir tras de la luz incita.
Sentí de nuevo el sueño, la locura
Y el error de estar vivo,
Siendo carne doliente día a día.
Pero él me había llamado
Y en mí no estaba ya sino seguirle.
Por eso, puesto en pie, anduve silencioso,
Aunque todo para mí fuera extraño y vano,
Mientras pensaba: así debieron ellos,
Muerto yo, caminar llevándome a la tierra.
La casa estaba lejos;
Otra vez vi sus muros blancos
Y el ciprés del huerto.
Sobre el terrado había una estrella pálida.
Dentro no hallamos lumbre
En el hogar cubierto de ceniza.
Todos le rodearon en la mesa.
Encontré el pan amargo, sin sabor las frutas,
El agua sin frescor, los cuerpos sin deseo;
La palabra hermandad sonaba falsa,
Y de la imagen del amor quedaban
Sólo recuerdos vagos bajo el viento.
Él conocía que yodo estaba muerto
En mí, que yo era un muerto
Andando entre los muertos.
Sentado a su derecha me veía
Como aquel que festejan al retorno.
La mano suya descansaba cerca
Y recliné la frente sobre ella
Con asco de mi cuerpo y de mi alma.
Así perdí en silencio, como se pide
A Dios, porque su nombre,
Más vasto que los templos, los mares, las estrellas,
Cabe en el desconsuelo del hombre que está solo,
Fuerza para llevar la vida nuevamente.
Así rogué, con lágrimas,
Fuerza de soportar mi ignorancia resignado,
Trabajando, no por mi vida ni mi espíritu,
Mas por una verdad en aquellos ojos entrevista
Ahora. La hermosura es paciencia.
Sé que el lirio del campo,
Tras de su humilde oscuridad en tantas noches
Con larga espera bajo tierra,
Del tallo verde erguido a la corola alba
Irrumpe un día en gloria triunfante.
Luis Cernuda
Era de madrugada.
Después de retirada la piedra con trabajo,
Porque no la materia sino el tiempo
Pesaba sobre ella,
Oyeron una voz tranquila
Llamándome, como un amigo llama
Cuando atrás queda alguno
Fatigado de la jornada y cae la sombra.
Hubo un silencio largo.
Así lo cuentan ellos que lo vieron.
Yo no recuerdo sino el frío
Extraño que brotaba
Desde la tierra honda, con angustia
De entresueño, y lento iba
A despertar el pecho,
Donde insistió con unos golpes leves,
Ávido de tornarse sangre tibia.
En mi cuerpo dolía
Un dolor vivo o un dolor soñado.
Era otra vez la vida.
Cuando abrí los ojos
Fue el alba pálida quien dijo
La verdad. Porque aquellos
Rostros ávidos, sobre mí estaban mudos,
Mordiendo un sueño vago inferior al milagro,
Como rebaño hosco
Que no a la voz sino a la piedra atiende,
Y el sudor de sus frentes
Oí caer pesado entre la hierba.
Alguien dijo palabras
De nuevo nacimiento.
Mas no hubo allí sangre materna
Ni vientre fecundado
Que crea con dolor nueva vida doliente.
Sólo anchas vendas, lienzos amarillos
Con olor denso, desnudaban
La carne gris y fláccida como fruto pasado;
No el terso cuerpo oscuro, rosa de los deseos,
Sino el cuerpo de un hijo de la muerte.
El cielo rojo abría hacia lo lejos
Tras de olivos y alcores;
El aire estaba en calma.
Mas temblaban los cuerpos,
Como las ramas cuando el viento sopla,
Brotando de la noche con los brazos tendidos
Para ofrecerme su propio afán estéril.
La luz me remordía
Y hundí la frente sobre el polvo
Al sentir la pereza de la muerte.
Quise cerrar los ojos,
Buscar la vasta sombra,
La tiniebla primaria
Que su venero esconde bajo el mundo
Lavando de vergüenzas la memoria.
Cuando un alma doliente en mis entrañas
Gritó, por las oscuras galerías
Del cuerpo, agria, desencajada,
Hasta chocar contra el muro de los huesos
Y levantar mareas febriles por la sangre.
Aquel que con su mano sostenía
La lámpara testigo del milagro,
Mató brusco la llama,
Porque ya el día estaba con nosotros.
Una rápida sombra sobrevino.
Entonces, hondos bajo una frente, vi unos ojos
Llenos de compasión, y hallé temblando un alma
Donde mi alma se copiaba inmensa,
Por el amor dueña del mundo.
Vi unos pies que marcaban la linde de la vida,
El borde de una túnica incolora
Plegada, resbalando
Hasta rozar la fosa, como un ala
Cuando a subir tras de la luz incita.
Sentí de nuevo el sueño, la locura
Y el error de estar vivo,
Siendo carne doliente día a día.
Pero él me había llamado
Y en mí no estaba ya sino seguirle.
Por eso, puesto en pie, anduve silencioso,
Aunque todo para mí fuera extraño y vano,
Mientras pensaba: así debieron ellos,
Muerto yo, caminar llevándome a la tierra.
La casa estaba lejos;
Otra vez vi sus muros blancos
Y el ciprés del huerto.
Sobre el terrado había una estrella pálida.
Dentro no hallamos lumbre
En el hogar cubierto de ceniza.
Todos le rodearon en la mesa.
Encontré el pan amargo, sin sabor las frutas,
El agua sin frescor, los cuerpos sin deseo;
La palabra hermandad sonaba falsa,
Y de la imagen del amor quedaban
Sólo recuerdos vagos bajo el viento.
Él conocía que yodo estaba muerto
En mí, que yo era un muerto
Andando entre los muertos.
Sentado a su derecha me veía
Como aquel que festejan al retorno.
La mano suya descansaba cerca
Y recliné la frente sobre ella
Con asco de mi cuerpo y de mi alma.
Así perdí en silencio, como se pide
A Dios, porque su nombre,
Más vasto que los templos, los mares, las estrellas,
Cabe en el desconsuelo del hombre que está solo,
Fuerza para llevar la vida nuevamente.
Así rogué, con lágrimas,
Fuerza de soportar mi ignorancia resignado,
Trabajando, no por mi vida ni mi espíritu,
Mas por una verdad en aquellos ojos entrevista
Ahora. La hermosura es paciencia.
Sé que el lirio del campo,
Tras de su humilde oscuridad en tantas noches
Con larga espera bajo tierra,
Del tallo verde erguido a la corola alba
Irrumpe un día en gloria triunfante.
6.11.06
2.11.06
[El hacha puesta en la raíz]
El hacha puesta en la raíz
Ensayistas mexicanos para el siglo XXI
Compilación de Verónica Murguía y Geney Beltrán Félix
Presentan:
Christopher Domínguez Michael * Mario Espinosa * Los compiladores
Modera: Enrique Romo
Domingo 5 de noviembre de 2006, 12 hrs.
Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Eje Central y Av. Juárez
Centro Histórico, Ciudad de México.
Ensayistas mexicanos para el siglo XXI
Compilación de Verónica Murguía y Geney Beltrán Félix
Presentan:
Christopher Domínguez Michael * Mario Espinosa * Los compiladores
Modera: Enrique Romo
Domingo 5 de noviembre de 2006, 12 hrs.
Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Eje Central y Av. Juárez
Centro Histórico, Ciudad de México.
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